Más control de los medios de producción, una progresiva recentralización del poder y un discurso político más radical: el presidente venezolano Hugo Chávez ha dado un paso adelante en su revolución, confortado por una popularidad de más del 50% demostrada en el referéndum de febrero.
«Quieren que la revolución se rinda, que yo frene (…) La revolución tiene que ir a la carga, aquí no hay pacto con la oligarquía (…) Me voy a encargar de pisar el acelerador», garantizó el mandatario en estos días.
Desde su triunfo en el referéndum del 15 de febrero que aprobó la reelección presidencial sin límite de mandatos, Chávez «está fortalecido», «envalentonado» y aparece «como un líder que no es fácilmente derrotable», según el director de la encuestadora Datanálisis, Luis Vicente León.
Para Luis Fuenmayor, ex rector de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Chávez «sabe que podrá volver a ser elegido presidente pero tiene ante sí el reto de cómo mantener sus programas sociales con muchos menos recursos».
«Su vista ya está puesta en las presidenciales de 2012», explicó este experto, para quien los planes de Chávez de profundizar su programa socialista «ya existían» pero se aceleraron tras el referéndum y debido a la crisis mundial.
«Su reto es aprovechar este momento para vender su proyecto ideológico, para convertirlo en un plan agradable para las masas», corroboró León.
Desde hace un mes, Chávez ordenó la intervención y expropiación de fábricas privadas indutrializadoras de arroz, confiscó tierras y ordenó a sus ministros que vigilen a los productores de aquellos alimentos que se venden a precios fijados por el gobierno.
Todo ello en un momento en que el barril de petróleo venezolano vale 40 dólares, el riesgo de desabastecimento sigue bien presente y las protestas sociales son frecuentes.
«En vez de estimular la propiedad privada como hacen la mayoría de países de América Latina, Chávez ha pisado el acelerador del socialismo del siglo XXI», explicó el analista político Carlos Romero.
El mandatario, que decretó la nacionalización de sectores estratégicos de la economía desde 2007, es «consciente de que no puede sustituir» la producción de alimentos del sector privado pero lo amenaza y «atemoriza» para obligarlo a plegarse a sus criterios de producción socialista, según León.
Además de avanzar hacia un modelo productivo colectivo, el gobierno venezolano toma medidas para anular políticamente a los opositores.
En estos días, la Asamblea Nacional, controlada por el oficialismo, anunció que debatirá una ley que crearía la figura de un vicepresidente para Caracas nombrado por el Ejecutivo, y cuyas atribuciones estarían por encima de todas las autoridades municipales emanadas de las urnas.
Además, el Parlamento aprobó una reforma de la ley de descentralización que otorga al presidente mayor control sobre infraestructuras como puertos, aeropuertos y autopistas.
Chávez «ha decidido que quiere ser el presidente del pasado, dueño y señor de toda Venezuela. El poder que usted tiene como presidente y nosotros como gobernadores no nos pertenece, el pueblo nos lo ha dado en forma de préstamo y con fecha de vencimiento. Estamos obligados a usarlo con prudencia», recordó el gobernador opositor del estado Miranda, Henrique Capriles.
Para numerosos expertos, con su actitud de acelerar la revolución y no tomar medidas dolorosas, Chávez queda a merced de la recuperación del precio del petróleo.
«Es una apuesta arriesgada. Si el precio no se recupera en el 2010, la posibilidad de que Chávez valide esta revolución por la vía democrática son muy bajas porque no tiene recursos», explicó León.
Si el barril no sube, según este experto, Chávez podría abandonar la estrategia de la revolución democrática y desviarse hacia un sistema más autoritario y populista al extremo, «tipo Kuwait o Libia».
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