Glifos de las estelas de Monte Albán, huipiles hechos en telar de cintura y cortinas de carrizos son algunos de los elementos que marcan un innovador montaje con motivos indígenas mexicanos de «La flauta mágica» de Mozart, que se estrena la próxima semana en la Ciudad de México.
La cosmogonía prehispánica es el punto de partida de la puesta en escena que se presentará el 11, 12, 13, 16 y 18 de febrero en el Palacio de Bellas Artes.
«(Mozart y el libretista Emanuel Schikaneder) no la ubicaron en un lugar definido, ubicaban cierta atmósfera en Egipto, porque coincidía, pienso yo, con ciertas aspiraciones, o ciertas reglas de la sabiduría, del equilibrio en el triángulo, en la pirámide y la idea del culto a dos dioses, Isis y Osiris, que son el Sol y la Luna», dijo el director de escena José Antonio Morales a The Associated Press al explicar cómo la falta de especificaciones en el libreto original facilita su adaptación a nuevas latitudes. «¡Más Teotihuacán, o más montealbanesco, o más zapoteca no puede ser!», agregó.
En cambio la historia de amor entre Tamino y Pamina, con el trasfondo de la lucha entre la luz y la obscuridad, se mantiene intacta, al igual que la música de la ópera estrenada en 1791.
«Nos parecía que teníamos varios elementos que coincidían como una atmósfera, esa atmósfera pensamos que podía ser la misma que le diera cabida a la misma música, idéntica, no alterada ni una nota, como debe de ser, y a los mismos textos, a la misma poesía y al mismo concepto», señaló Morales.
Los diálogos de la ópera se presentarán en español e incluyen dos palabras en náhuatl y una en zapoteca. Pero la mayor presencia de estos motivos indígenas se puede apreciar en la escenografía —con la forma geométrica de la pirámide de Chichén Itzá, así como frescos, estelas, grifos y una de las tumbas de Monte Albán— y los vestuarios creados en telar de cintura.
«Son piezas magníficas que se usaban como tributo en las culturas prehispánicas», dijo la directora de vestuario Rosa Blanes Rex, quien también diseñó la escenografía junto a Morales. «Nosotros hemos querido hacer un homenaje a este telar de cintura, que es lo que se usaba en esas culturas. No vamos a usar taparrabos, no vamos a usar orejeras, simplemente es el telar de cintura teñido con elementos naturales. Se usa la cochinilla, el coyuchi (un tipo de algodón), el añil».
Los huipiles, quexquémitls y enredos, que van de acuerdo a la ambientación de la escenografía, comenzaron a tejerse desde septiembre de 2013 en comunidades indígenas de Oaxaca de las culturas mixe, zapoteca, huave, mixteca y chinanteca, ubicadas en las zonas de Sierra Norte, la Costa Chica y el Itsmo de Tehuantepec. Son cerca de 100 vestuarios creados por más de 100 artesanos encabezados por el maestro Remigio Mestas.
«Remigio dice que cada una de las piezas de este vestuario tiene vida propia», dijo Blanes.
Morales destacó que a diferencia de los artistas postrevolucionarios mexicanos, que se caracterizaron por exaltar las culturas prehispánicas sin precisamente apegarse a los registros históricos o acercarse a las culturas indígenas vivas en su época, su versión de «La flauta mágica» trata de evitar exotismos.
«Los posrevolucionarios aprovecharon al modo de ver el viaje y dijeron ¿qué hacemos?, ¿un nacionalismo de calendario? Ese folclorismo no tiene que ver (con el montaje)», dijo Morales. «Hay una raíz profundísima de este México (indígena) tan negado que no queremos, o no podemos, reconocer en nuestro ser, en nuestra sangre. Ese México de esa raíz profunda que no conocimos y que tenemos que sacarlo de nuestros libros, de nuestros antropólogos y de nuestros arqueólogos».
La ópera es estelarizada por la soprano Lourdes Ambriz en el papel de Pamina y el tenor Ernesto Ramírez como Tamino. Los debutantes Maribel Salazar y Diego Silga alternarán con Ambriz y Ramírez en los papeles principales. El barítono José Adán Pérez da vida a Papageno y alterna su papel con Josué Cerón, mientras Tamás Bátor interpretará a Sarastro.
El resto del elenco estará conformado por Íride Martínez como la Reina de la Noche, Charles Oppenheim como el orador, Anabel de la Mora y Adriana Valdés, en el papel de Papagena, y los tres genios a cargo de los integrantes de la Schola Cantorum de México: Paulina Rodríguez, Michelle Tapia y Elia Carbal, así como Ana Cano, Karla Castro y Mariana Sotelo.
La música es interpretada por la Orquesta y Coro del Teatro de Bellas Artes bajo la dirección concertadora de Iván López Reynoso.
«La ilusión, muy fuerte, intensísima, es que el martes que se suba el telón para el público, se vea reflejado ese amor con el que está hecho (el montaje) por muchísima gente», dijo Morales.