Presagio


Fue una tarde veraniega, allá por el año 1970, que acompañé a mi abuelita Josefina de Cifuentes a su consulta con el doctor Carlos Pérez Avendaño. Hasta aquí no sé por qué siendo yo una niña sumamente traviesa de apenas 10 años, me pidió que fuera con ella. Luego de una breve espera en la antesala de la clínica, pasamos al consultorio médico, mi abuelita me ordenó que me sentara en la silla del acompañante y que por nada del mundo me moviera, entonces entró el doctor ¡y lo vi! con su bata impecablemente blanca, pelo canoso, su rostro sonrosado y mirada gentil, se dirigió con mi abuelita a la camilla para examinarla, y me fijé que llevaba algo en el cuello, de un salto me acerqué a él y le pregunté ¿Doctor para qué sirve el aparato que tiene ahí? Mi abuelita me hubiera querido fulminar con la mirada y le dijo “Disculpe doctor, los niños de hoy son muy atrevidos, el doctor soltó una sonora carcajada y le dijo: “Mire doña Jo, no vaya ser que la niña quiera ser doctora y entonces me explicó los usos del estetoscopio y pude escuchar por primera vez los latidos de un corazón, algo que me impresionó muchísimo.

Doctora Julia Niño Cifuentes de Rojas


Al correr de los años mi madre Elisa de Niño, se convirtió también en su paciente y, en una de sus charlas, le comentó que yo estaba estudiando medicina. A los pocos meses, cual sería mi sorpresa; que al regresar de una cita, mi mamá me entregó una caja que me enviaba el doctor Pérez Avendaño, al abrirla era un hermoso estetoscopio rosado (el cual aún conservo), acompañado de una nota que decía: “Espero que te sea de mucha utilidad para examinar a tus pacientes”.
Gracias doctor, porque a pesar de que no tuve el privilegio de haber recibido sus sabias enseñanzas en mis días de estudiante, supo ver en los ojos de una pequeña niña “La chispa de la vocación médica”.

Vayan para usted en el cielo mi gratitud y cariño.
Doctora Julia Niño Cifuentes de Rojas
Médica Traumatóloga y Ortopedista
Col. 6,376