La oposición prosiria libanesa prepara una gigantesca manifestación ayer en Beirut que quiere convertir en un giro «histórico» de la ofensiva que inició el 1 de diciembre para provocar la caída del gobierno de Fuad Siniora, apoyado por los occidentales.
Los partidarios del gobierno, que recibió nuevamente el apoyo de Francia y Estados Unidos, y la oposición, respaldada por Siria e Irán y que anuncia una escalada inminente del movimiento, parecen más irreconciliables que nunca.
El jueves pasado, Hassan Nasralá, el jefe del poderoso Hezbolá chiíta, prometió que la oposición –una alianza de partidos prosirios y cristianos– continuaría en las calles hasta vencer.
Desde el primer mitin, el pasado 1 de diciembre, miles de manifestantes invadieron el centro de Beirut, donde cientos de tiendas de campaña se enfrentan simbólicamente al palacio donde se encuentra la sede del gobierno, rodeado por alambrados de púas y cordones de soldados.
La oposición llamó a los libaneses a participar el domingo en una nueva manifestación a las 15:00 (13:00 GMT) en el centro de la capital y prometió una escalada de su movimiento a través de actos de desobediencia civil.
«El lunes será un día nuevo para Líbano, las instituciones estarán paralizadas, sobre todo el puerto y el aeropuerto de Beirut, así como las administraciones públicas», escribía hoy el diario Al Ajbar, próximo a Hezbolá, anunciando además que «se cerrarán carreteras principales».
El primer ministro libanés respondió al discurso incendiario de Hassan Nasralá el jueves en la televisión acusando al jefe del Hezbolá de planear «un golpe de Estado».
El principal diario libanés, An Nahar, próximo al gobierno, opinaba hoy que la oposición está «en un callejón sin salida», ya que las manifestaciones no tuvieron éxito por «el apoyo interior y exterior proporcionado al gobierno».
Siniora, que encabeza el primer gobierno de la era postsiria en Líbano, volvió a recibir el apoyo de sus principales aliados occidentales.
El presidente de Francia, Jacques Chirac, afirmó ayer que hay que apoyar al gobierno «legal y legítimo» de Fuad Siniora.
Por su parte, la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, reiteró que el gobierno libanés «se encuentra bajo la fuerte presión de fuerzas extremistas y exteriores, incluyendo a Siria e Irán, que parecen decididos a tratar de desestabilizar a esta joven democracia».
El detonante de la crisis fue la renuncia, a mediados de noviembre, de seis ministros prosirios, entre los cuales había cinco representantes de la comunidad chiíta, al gobierno surgido de la mayoría antisiria en el poder desde principios de 2005.
Los partidos chiítas aliados al líder de la oposición cristiana, Michel Aoun, exigen tener una representación más importante en la coalición y ahora niegan toda legitimidad al gobierno de Siniora.
Pero, en el fondo, la crisis política refleja las difíciles relaciones entre Líbano y su vecino sirio.
La mayoría antisiria sospecha que la oposición inició sus protestas para bloquear el proyecto de creación de un tribunal internacional para juzgar a los asesinos de Rafic Hariri, el ex primer ministro fallecido en un atentado en Beirut el 14 de febrero de 2005, unos meses después de su ruptura con Damasco.
El presidente libanés, Emile Lahud, cercano a Siria, rechazó hoy el decreto sobre el proyecto del tribunal internacional de la ONU, al que también se opone el presidente del Parlamento, el chiita prosirio Nabih Berri.
La Constitución libanesa, sin embargo, no concede a Lahud la capacidad de bloquear el proyecto.
Una comisión de investigación internacional acusó a responsables sirios del atentado que mató a Hariri, aunque Siria siempre ha defendido su inocencia.