El próximo congreso del Partido Comunista (PCC) no transformará China pero dará al presidente, Hu Jintao, los medios de encaminar al gigante asiático hacia un desarrollo más igualitario e impedir una explosión política y social.
El próximo 15 de octubre, el régimen comunista chino comenzara su gran reunión quinquenal, una importante cita para la cuarta economía mundial, con sus 1.300 millones de habitantes, y también para el resto del mundo.
«Que la fecha del congreso haya sido anunciada con más de un mes de anticipación significa que lo importante ya está arreglado», señaló el miércoles Ta Kung Pao, uno de los diarios de Hong Kong cercano a Pekín.
«Hu puede partir sin preocupaciones la semana próxima a Australia (a la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico)», dijo un diplomático en la capital china.
Desde ahora hasta el 15 de octubre, todo estará cuidadosamente preparado para que Hu Jintao sea reelegido secretario general del PCC, puesto supremo en China, e inicie un segundo mandato de cinco años a la cabeza del partido que está en el poder desde 1949.
De 65 años como Hu, el primer ministro, Wen Jiabao, debería también ser confirmado en su cargo.
Las preguntas que rodean a este congreso no versan tanto sobre quién dirigirá al gigante asiático en los próximos años sino sobre cuales serán los recursos que tendrán Hu y Wen para continuar su empresa de dar credibilidad al PCC ante la opinión pública, la población y el extranjero, y limitar los daños colaterales del liberalismo económico.
«El orden del día en política interior es claro», considera David Zweig, experto en China y universitario con sede en Hong Kong, al referirse a la voluntad mostrada por los funcionarios chinos de solucionar las fracturas sociales cada vez mayores.
La construcción de una «sociedad armoniosa» es el credo de Hu Jintao. Esta podría ser la oportunidad para que el congreso le de la oportunidad de detallar por fin su programa de política económica.
Pero debido a que esta armonía excluye una democratización mayor del sistema político y una separación de los poderes, que sería saludable desde diversos puntos de vista, el objetivo del líder del PCC será rodearse de un equipo sólido y unido.
«Este congreso es sobre todo un asunto de personas», explicó Zweig.
Hasta ahora, Hu ha tenido que llegar a acuerdos con grupos rivales, en especial con el grupo de Shanghai del ex presidente Jiang Zemin, y con el de los «príncipes rojos», hijas e hijos de dignatarios, del actual vicepresidente Zeng Qinghong.
Ambos grupos son considerados responsables por la población de los errores en materia socioeconómica y del aumento de la corrupción.
El objetivo de Hu en 2007 es reducir las influencias de los clanes y reforzar el suyo, la Liga de la Juventud Comunista que lideró.
Una serie de nuevas personalidades que rondan los 50 años deberían ingresar al primer círculo del poder tras el fin del congreso. Entre ellos tal vez esté quien tomará las riendas del país cuando Hu pase el testigo, teóricamente en 2012.
Por ahora, el presidente es consciente de que reforzar el poder del PCC y su propia base –convenciendo a la sociedad civil de que es la mejor solución para el país– no tendrá importancia si el gobierno no apaga los incendios sociales que devastan regiones enteras del país.
No hay un solo día sin que se manifiesten los excluidos del crecimiento económico y los rebeldes ante las injusticias, a veces de manera violenta.
Esta olla hirviente hace planear el espectro de la explosión de lo que muchos llaman en el extranjero, no sin inquietud, «la bomba de tiempo china».