Quienes bregamos bajo las banderas del acosado Cuarto Poder -compréndase bien- somos soldados de la paz y amigos de la sociedad al servicio de la verdad en el campo del ejercicio profesional.
Informamos y comentamos los sucesos con buen ánimo de hacerlos del conocimiento de los gobernantes y de los gobernados.
A los de abajo del gallinero oficial interesa la información de lo que acontece en toda la llanura del ámbito nacional. Eso es indiscutible.
A los de arriba del bullicioso gallinero, a la vez, les interesa o debe interesarles lo que ocurre en los dominios que tienen asignados. Eso también no admite discusión.
Sin embargo, no siempre los hombres que disfrutan el poder conforme a derecho o lo detentan atropellando el derecho legítimo, son tolerantes respecto de lo que se publica con objetividad, imparcialidad y algunas cargas de subjetividad con base en las realidades vivientes.
Los periodistas debemos tratar en todo momento el diario acontecer y darlo a conocer a través del medio o de los medios en los que se difunden las “perrachicas” (léase noticias), para luego emitir juicios, si fuese el caso. Las opiniones deben ser justas y con la moderación pertinente, aunque, según las circunstancias, con hombradía hay que llamar al pan, pan, y al vino, vino.
Relativamente, en este valle de lágrimas, de lagrimitas y lagrimotas, no se han producido las rachas sangrientas del pasado no tan lejano, ni las de viejos tiempos de dictaduras cavernarias cuando se vigilaba, perseguía, encarcelaba, torturaba e incluso se fusilaba a los hombres (con h, valientes, dignos), no a los “ombres” (así, sin h, serviles e indignos), que –estos últimos- se mantuvieron como ilapsos, con indiferencia de estatuas, cabizbajos, acobardados…
Empero, aquí no han dejado de menudear las graves amenazas y otros hechos repudiables.
Ahora es en los departamentos de la república donde están aconteciendo e incrementándose los atentados criminales y otros actos de intolerancia y violencia contra los compañeros que trabajan en medios de comunicación escritos, radiales y televisados. Y es que hay individuos politiqueros y deshonestos que se creen intocables como los encantos femeniles o son como las porquerías que dejan los perros callejeros y los humanos indecentes en cualquier sitio…
Hacer periodismo departamental es un riesgo como en cualquier otro lugar aquí y en cualesquiera otras partes del mundo. Y es que hay gente que adolece de hiperestesia. Es de sensibilidad tan delicada como la niña del ojo o como las trompas y narices de los “pitbulls”.
Ante la realidad de las provincias, estimados compañeros de nuestro oficio que se vuelve vicio, lo conveniente y procedente es conocer, hasta donde sea posible, la idiosincrasia o la “indiosincracia” de los sujetos que se ven involucrados o, simplemente, aludidos en cualesquier actos pecaminosos. Pero esa consideración no es del todo valedera. Las cosas hay que decirlas de acuerdo con el profesionalismo y con la moderación que puedan imponer las circunstancias.
Y no hay que olvidar que, en determinadas ocasiones, las noticias radiales y televisadas, o las que sirven los medios escritos, hay que echarlas al vuelo aunque sea en forma escueta para ampliarlas, si fuere menester, con posterioridad.
Es aconsejable no exponerse mucho durante las balaceras en los bochinches políticos, sindicales, estudiantiles, entre otros, sobre todo cuando tienen que intervenir las fuerzas de seguridad civiles y militares, pues desde cierta distancia puede tirarse el anzuelo para pescar las perrachicas de valor periodístico que interesan a Juan pueblo, que es curioso y a ratos exigente…
Por último, colegas y amigos departamentales, cuiden el cartel profesional con verdadero profesionalismo, con justicia y ética, con la verdad monda y lironda, así como con respeto para ser respetados.