Ayer en su editorial, el Pittsburgh Post Gazette demandaba al Congreso de los Estados Unidos que continúe sus pesquisas para restablecer el estado de derecho en ese país, luego de la serie de arbitrariedades cometidas por el Gobierno y especialmente por sus abogados, entre los que destacan a Harriet Mayer y Alberto González. Y es que en el marco de la guerra contra el terrorismo, es indudable que en Estados Unidos se han violentado ancestrales normas jurídicas de protección de los derechos individuales de una manera que era impensable hasta el 11 de septiembre del 2001, cuando tras el ataque ordenado por Al Qaeda, se tomó la decisión de que en aras de la seguridad se debería sacrificar parte de la libertad y de las garantías propias del estado de derecho.
ocmarroq@lahora.com.gt
Yo alguna vez dije que el mayor triunfo de los terroristas estaría en obligar a Estados Unidos a abandonar su tradición de país con devoción al estado de derecho, al respeto irrestricto de la ley para proteger a sus propios ciudadanos. Y recordé cómo en países como el nuestro, cuando se produjo el conflicto armado, se anularon todas las libertades y garantías so pretexto de que las mismas permitían operar más libremente a los terroristas y por ello no sólo los aparatos de inteligencia sino los aparatos represivos del Estado incurrieron en cualquier clase de excesos al punto de prostituir nuestro sistema de una forma tal que aún nos impacta, puesto que si vemos las cosas en su justa dimensión, la impunidad de hoy son los polvos de aquellos lodos y salir de esa debacle nos tomará mucho tiempo y demandará gran esfuerzo.
Estados Unidos siempre fue un ejemplo de democracia en el marco del respeto a la ley. Podía haber las imperfecciones propias de todo sistema, pero el mismo régimen permitía que cualquier persona que se sintiera agraviada pudiera buscar en esa maravillosa aplicación de los pesos y contrapesos (formales e informales) la corrección del agravio y el resarcimiento del caso. Pero todo eso que maravillaba al mundo empezó a desmoronarse justo con las Torres Gemelas de Nueva York, porque los terroristas no sólo derribaron esos íconos del poderío económico del gran imperio, sino que además derribaron lo fundamental, que era esa devoción por la ley y el estado de derecho.
El editorial de ayer del Post Gazette es un reclamo para volver a las raíces del país tomando en cuenta cuestiones como el trato a los prisioneros, las escuchas ilegales de los teléfonos y, en general, la forma en que se libra la guerra contra el terrorismo sin tomar en cuenta los derechos civiles por los que tanto lucharon muchos en Estados Unidos. Si un país no es capaz de librar su lucha contra el terror sino recurriendo a prácticas de terror, termina dando la razón a los terroristas.
Quienes usan la violencia para reivindicar sus reclamos, justos o no, los desnaturalizan con el proceder y al final de cuentas lo mismo terminan haciendo los Estados cuando paran usando las mismas malas artes y pisoteando los derechos del individuo en aras de la seguridad. Y Estados Unidos ha sido uno de los países más admirables del mundo por esa devoción de su pueblo a la ley y cuando la misma es pisoteada en aras de la seguridad, renuncia a sus más grandes valores.