Esta mañana se publican en algunos diarios norteamericanos reportajes sobre la preocupación que genera el manejo de las redes sociales en el curso de emergencias como la que se vivió por el poderoso huracán Sandy que causó tanto estrago en su recorrido por el Caribe y posteriormente en el norte de los Estados Unidos. Se ha pensado que el futuro de los medios de comunicación convencionales está en juego porque la agilidad que tienen las redes interpersonales de comunicación y su facilidad para propagar noticias harán poco útil el papel de los medios, no sólo impresos, sino también electrónicos.
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Sin embargo, está saliendo a luz que hay un uso poco responsable de las redes sociales y que a través de ella se propagan infinidad de noticias no confirmadas y que resultan absolutamente falsas, lo que hace tremendo daño en determinadas circunstancias. Y luego resulta que no hay en realidad nadie que sea verdaderamente responsable de las informaciones falsas que pueden ser producto de equivocaciones, pero también de mala fe porque es muy fácil activar una cuenta en alguno de los servicios que se ofrecen y empezar a difundir mentiras de manera deliberada.
El tema es que la prensa, cualquiera que sea su forma de presentación, tiene que rendir cuentas y es responsable de lo que publica por lo que en Estados Unidos señalan que el gran factor que hace la diferencia es “accountability”, es decir, que si un medio de prensa difunde una noticia falsa, tiene que asumir su responsabilidad ante la opinión pública, cosa que no ocurre con ese manejo tan pródigo de las informaciones en las redes sociales. Un simple comentario da lugar a incontables reacciones que luego ya no tienen mucho que ver con lo que les dio origen y se puede sembrar la confusión pero, lo más importante, puede provocar daños irreparables a la honra de las personas porque los viejos patrones que se han aplicado para prevenir abusos en la emisión del pensamiento resultan obsoletos y de muy difícil aplicación cuando se trata de daños maliciosos causados en las redes sociales.
En esta ocasión quienes más se quejan de la desinformación son los cuerpos de socorro que tuvieron que atender infinidad de “emergencias” inexistentes y dejaron de cubrir las verdaderas como resultado de que a sus propios canales de redes sociales llegó información falsa. En medio de una crisis como la que se vivió en la costa Este del norte de Estados Unidos no era fácil detectar el origen de esos informes incorrectos y perjudicaron seriamente la labor de bomberos y policías que querían dar asistencia a quienes estaban en situación comprometida.
Hay que ver que a lo largo de la historia los controles y regulaciones se producen como resultado del abuso en el ejercicio de ciertos derechos. Nunca hubiera habido necesidad de regular los casos de difamación y calumnia si no se hubiera abusado del derecho a la libre expresión. Pues ahora sin duda que los administradores de las redes sociales y aún la legislación interna de cada país, deberá tomar cartas en el asunto para establecer normas sobre el ejercicio del derecho a expresarse en esas redes sociales para evitar daños mayores.
En Guatemala vimos en días pasados cómo se propagó por las redes sociales la falsa noticia de la muerte de una señora “detenida por los manifestantes de Totonicapán” en el bloqueo de carreteras. A estas alturas no se puede establecer si el falso rumor salió en Twitter, Facebook o alguna otra red existente, pero el hecho es que se propagó inmediatamente con comentarios severos de condena al crimen cometido por los manifestantes. La investigación tanto de prensa como del MP demostró que fue una falsedad, pero la idea ya no se la quita nadie a la gente de la cabeza. Y ejemplos como éste abundan porque mientras más extensa la red social, mayor el riesgo de que algún irresponsable abuse de ella.