La prensa polaca saludó el lunes la decisión del papa Benedicto XVI de aceptar la dimisión del arzobispo de Varsovia, monseñor Stanislaw Wielgus, convicto de haber colaborado con la policía secreta comunista.
«El Papa le ahorró la vergí¼enza a la Iglesia», «El auxilio llegó de Roma», «El Papa nos salvó», eran los títulos de los principales cotidianos de Polonia.
«La decisión de Roma es una victora de la conciencia. Las nociones de base vuelven a encontrar su sentido original. De nuevo traición significa traición, coraje y fidelidad fidelidad», escribe el cotidiano de centro-derecha Rzeczpospolita.
Sólo el diario ultracatólico Nasz Dziennik, allegado a la cadena integrista Radio María, denuncia «una sesión de odio contra el arzobispo» y un «terror mediático» en Polonia.
«A todo precio se buscaba lincharlo sin preocuparse de presentar la situación de manera honrada. La Iglesia tiene un gran desafío que superar», estima en Nasz Dziennik el obispo de Drohiczyn (este), Antoni Dydycz.
El cotidiano Gazeta Wyborcza (centro-izquierda) lamenta las fallas de la institución de la Iglesia en Polonia.
«No sólo faltó comunicación entre la Iglesia polaca y el Papa, y no sólo sobre la manera de designar a los candidatos a diferentes puestos. Toda la institución tomó una mala decisión y se retiró demasiado tarde», según el diario.
La prensa también critica al primado de Polonia Jozef Glemp de haber asumido la defensa de Wielgus afirmando que fue juzgado «sobre la base de trozos de papel, de copias de copias».
«Â¿Por qué el primado, hombre de grandes méritos, se compromete en una defensa retorcida de Wielgus, a pesar de la verdad y contrariamente a la opinión del Papa?», se interrogaba el cotidiano derechista Dziennik.
El tabloide Superexpress, publicando las fotos del Papa y del primado Glemp, plantea la pregunta: «Â¿En quién tener confianza?».
«La Iglesia polaca no consiguió resolver el caso de monseñor Wielgus. En lugar de condenar la traición, algunos obispos, sacerdotes y periodistas católicos insultaron a quienes tuvieron el coraje de dar a conocer esta verdad incómoda», se lamenta el cotidiano Rzeczpospolita.