La noche del 4 de enero de 2004 los 2.500 habitantes del pueblo Unión Peneya abandonaron sus casas improvisadamente, ante el temor por el recrudecimiento de los enfrentamientos entre el Ejército y las guerrillas en la zona. Tres años más tarde regresaron y esta semana recibieron en Bogotá el premio nacional de la paz.
Los habitantes de Unión Peneya, en el departamento (provincia) de Caquetá, en el sur de Colombia, permanecieron durante tres meses en las cercanías del pueblo esperando el momento oportuno para volver, pero la ocasión tardó en llegar y exigió intensas negociaciones con el gobierno y con la propia guerrilla.
«Cada quien salió del pueblo por sus propios medios, con lo que pudo agarrar, y cada quien cogió el camino que le pareció más conveniente a esas horas de la noche», narró Ismael Ospina, uno de los líderes de la comunidad.
«Ya se escuchaban los aviones y se sabía que venían los convoyes del Ejército. Como era tan fuerte el choque hubo la determinación de abandonar el pueblo por motivos de miedo», explicó Ospina.
Desde años atrás había presencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, comunistas) en la zona y ausencia de la fuerza pública.
La confrontación y el desplazamiento consecuente se produjeron una vez que el gobierno del presidente Alvaro Uribe decidió enviar al Ejército a la zona, en el marco de su política de «seguridad democrática» que privilegia la estrategia militar sobre los rebeldes, explicaron los habitantes Unión Peneya.
Luego de desperdigarse por otros pueblos e incluso otras provincias en busca de trabajo o al menos ayuda de amigos y familiares, los pobladores de Unión Peneya comenzaron a pensar en el regreso e iniciaron una ardua negociación tanto con el gobierno como con las FARC.
«Cuando uno sale como salimos nosotros no sabe que hay un protocolo para desplazados. Así nos encontramos con que el 80% de la población no había cumplido con declarar su situación en el plazo de un año, que era el lapso estipulado. Ese fue un punto de la negociación», explicó Ospina.
Otro fue la exigencia, finalmente derogada, del gobierno de que para retornar los habitantes de Unión Peneya debían entrar todos juntos en convoyes del Ejército y con la bandera de Colombia ondeando.
«Eso era imposible, porque el otro ente armado (la guerrilla) no lo permitía. Al fin el gobierno aceptó obviar ese punto, y decidimos que así como habíamos salido desplazados por nuestros propios medios, así organizaríamos nosotros mismos nuestro regreso», dijo Ospina.
Al llegar, en total 1.520 personas de las 2.500 que habían partido, encontraron sus casas destruidas y saqueadas. «Fue el Ejército», aseguró Ospina, «porque el Ejército tomó el pueblo y hasta ahora está allí».
Por la destrucción de sus casas, los pobladores de Unión Peneya han demandado al Estado colombiano, reclamando una indemnización que ronda los 11.000 millones de pesos (unos 5,5 millones de dólares), sin decisión firme hasta ahora.
Actualmente, el pueblo ha retomado su tradicional actividad comercial, pues es punto de salida de la producción agropecuaria, especialmente lechera, de la región. Y sus habitantes relatan orgullosos que Unión Peneya es ejemplo de convivencia.
«Es un pueblo en el que no hay policía y el Ejército no hace labores de control de la población. La gente se emborracha y no se da machete, ni cuchillo ni bala», refirió Ospina.
«Pese al conflicto, la población sigue allí, tragándose lo que se tenga que tragar», agregó.
El premio nacional de la paz es concedido desde 1999 por la fundación Friedrich Ebert Stiftung, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y varios medios colombianos.
Este año, el popular cantante Juanes recibió una mención honorífica por su compromiso «en la búsqueda de soluciones a los problemas que genera el conflicto armado en Colombia, y también con los que se crean por la falta de entendimiento entre los gobiernos y los pueblos».