Precaución elemental


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Casi seis mil setecientos soldados guatemaltecos de distintos rangos han recibido el entrenamiento kaibil que los convierte en una extraordinaria tropa con preparación para las más duras condiciones de combate. Desde el punto de vista militar se les reconoce como una de las fuerzas más preparadas, mejor entrenadas y sus conocimientos y experiencia les ha valido reconocimiento en operaciones de paz realizadas bajo el patrocinio de las Naciones Unidas.

 


Entre los kaibiles hay jefes, oficiales, suboficiales y elementos de tropa, lo que significa que los primeros tienen una carrera militar que les garantiza su estabilidad económica durante varios años después de haberse entrenado para ese contingente especial. Pero también hay muchos soldados que terminan su servicio militar y vuelven a sus lugares de origen sin muchas expectativas económicas y con una formación que no es útil para la vida cotidiana. Las habilidades para sobrevivir en condiciones adversas y el adiestramiento especial para liquidar al enemigo, no pueden ser un aprendizaje útil para quien regresa a su labor de campesino y a lidiar con las dificultades que dí­a a dí­a encara la familia guatemalteca para sobrevivir en un medio donde las oportunidades no abundan, tanto así­ que nuestra gente está atalayando el dí­a en que pueda emigrar para ver si fuera del agobiante entorno nacional se le presenta la oportunidad de mejorar sus condiciones de vida.
 
  Cuando los distintos ejércitos del mundo preparan sus tropas élite con la intención de disponer de eficiente máquinas para matar adversarios, tienen especial cuidado para atender a estas personas desde antes de que se vaya a producir su baja, preparándolos en todo el sentido de la palabra para su reincorporación a la vida civil. Tristemente en muchos paí­ses hay esos planes de entrenamiento que buscan transformar al ser humano en una impecable e imperturbable máquina de muerte, pero no deja de ser realmente irresponsable que, terminado el servicio militar, se les despache como si tal cosa, esperando que vean cómo jocotes se ganan la vida aun a sabiendas del impacto emocional que tuvo un entrenamiento de altí­simo nivel como al que fueron sometidos y que para ser efectivo tiene que propiciar algún tipo de alteración sí­quica a fin de que puedan lidiar con esas brutales experiencias de la guerra.
 
  Por supuesto que sus aptitudes tienen que ser apetecidas y no extraña entonces que se conviertan en una importante oferta de mano de obra peculiarmente calificada. Los empleadores más propicios serán quienes necesiten hacer uso de los “talentos” adquiridos en ese entrenamiento y si la sociedad que los preparó no les ofrece oportunidades, pasa lo que ocurre en cualquier lugar del mundo con los excombatientes que ya probaron la intensidad del combate y terminan siendo mercenarios para hacer, justamente, lo que les enseñaron a hacer.