Práctica del «espionaje» es de origen divino


¿Desde cuándo se originó esa «abominable» costumbre de espiar? Posiblemente desde que el homo sapiens puso los pies, no en la Luna, sino en la Tierra, hace varios millones de años según los estudiosos del origen de la humanidad. Aquí­ en Guatemala se ha venido practicando desde hace mucho tiempo.

José Antonio Garcí­a Urrea

Fui testigo de esa práctica una vez que estaba con mi recordado amigo Guillermo Andreu Corzo, trabajando en el diseño de la infraestructura del Canal-3 de TV, cuando le entregaron correspondencia, él abrió un sobre, lo vio y me lo mostró, la carta estaba en alemán, por fortuna el destinatario era su amigo, lo llamó por el teléfono para decirle que tení­a su carta, pero resultó que ese amigo de él tení­a su correspondencia.

Ya en tiempos de la Santa Inquisición, se lee, se espiaba a las gentes y a consecuencia de ello, algunas fueron sentenciadas a la hoguera para hacerlas churrasco. Aquí­ se dio el caso de un feligrés que devotamente fue a confesarse y de seguro entre sus pecadillos habí­a algunos desafectos al régimen del dictador Ubico, resultó que el señor cura era espí­a y lo denunció; afortunadamente solo fue confinado a la entonces Penitenciarí­a Central a romper piedra para adoquinar las calles. Ha de haber sido un pecado venial y no mortal. El caricaturista Juárez Aragón, en su semanario Entre broma y broma, publicó una caricatura en donde estaba un burro en el confesionario.

En la Historia de la Independencia se cuenta el caso de un testaferro del mal recordado general Bustamante y Guerra que tení­a asignada la tarea de abrir la correspondencia de los colonos, que salí­a y entraba, y denunciar a los que considera conveniente.

Pero hay otro tipo de espí­as, los satélites internacionales enviados al cosmos especialmente por los Estados Unidos de América, que según dicen, son capaces de fotografiarnos cuando estamos almorzando o durmiendo. Recuerdo que después del terremoto que nos asoló en 1976, por medio de esos satélites se vio que el suelo patrio con la sacudida, quedó como espumilla. Posiblemente por eso es que se producen hundimientos por todos lados.

¿Y qué decir en los tiempos del dictador Ubico?, nos espiaban por todas partes, hasta de noche con la presencia de los «orejas» que se apostaban a cabecear en el quicio de las puertas. Telefónicamente se espí­a y por eso se ha acuñado el chiste de que cuando se cuenta uno, son tres lo que se rí­en, porque del otro lado del hilo o sin hilo, hay alguien más escuchando.

Retrocediendo más en el tiempo, cuando estudiaba catecismo, previo a la Primera Comunión, la catequista decí­a, para meter miedo, que «Dios penetra hasta nuestros más í­ntimos pensamientos», viví­amos angustiados. Eso era o es, espionaje divino. El otro relato mí­tico, que se daba por real, era el del Ojo de Dios, mediante el cual espiaba

a Caí­n después que mató a su hermano Abel con una quijada de burro muerto, porque vivo no podí­a. Ese Ojo de Dios lo espiaba por todas partes, aun cuando se escondiera en lo más profundo de la tierra.

De manera, pues, que eso de «espiar», que ahora se hace con diminutos y sofisticados instrumentos es, ni más ni menos, de origen divino.