¿Potrero o hemiciclo parlamentario?


Qué tristeza, qué lástima, qué bochorno, qué desgracia que el paciente pueblo de Guatemala tenga que seguir soportando la clase de representantes que dí­a tras dí­a le causan frustración y desencanto. Para colmo, nuestra Constitución consignó en su redacción final que los diputados son representantes del pueblo y «dignatarios» de la Nación, cuando a la hora de comportarse ignoran que ese término se asigna a una persona investida de «dignidad», tener las cualidades de «digno», como que el decoro se demuestra con buen comportamiento. ¿Alguien podrá calificar lo sucedido en el Congreso el jueves 16 de julio de 2009, como un acto digno y decoroso?

Francisco Cáceres Barrios

Lo único que falta es ver a uno o más diputados hacer sus necesidades fisiológicas en el hemiciclo parlamentario, ya que hasta el momento lo han usado de potrero para desfogar sus bajas pasiones y demostrar su pésima formación cultural. De ahí­ que llama a risa que el Presidente de ese organismo diga que no han sabido comunicarle a la población su trabajo y de la importancia del Congreso de la República, por lo que deberí­an tener una campaña de comunicación, que es diferente a una campaña de relaciones públicas o de publicidad. Vaya descaro. ¿Después de lo que nos ha tocado ver se podrá justificar el gasto inútil de más dinero del que ya dilapidan?

El lamentable y continuado descrédito que los actuales diputados le han dado al Congreso no se puede limpiar ni con toda el agua y jabón del mundo. ¿Qué estarán pensando de nosotros en el exterior, después que diplomáticos de diversos paí­ses fueron invitados desafortunadamente para una cosa positiva y edificante y por desgracia les haya tocado vivir algo totalmente contrario a su propósito? Claro, conociendo la sapiencia que caracteriza a nuestros representantes, no serí­a extraño que dispusieran que los diplomáticos extranjeros no pongan un pie en el Congreso, bajo el principio que más vale prevenir que lamentar.

Triste es seguir comprobando que en los tres organismos del Estado de nuestro paí­s ni opera ni funciona la lógica, la buena administración, mucho menos se logran buenos resultados. De ahí­, que oigamos tanto la expresión de estar viviendo un Estado fallido. Nuestro Congreso se distingue porque los diputados hablan cuándo y cómo quieren, no hay presidente de debates que los ponga en orden, mucho menos impedirles sus comilonas, peroratas telefónicas y la contadera de chistes mientras algún colega se desgañita para tratarlos de convencer de su punto de vista y ¿en el Organismo Judicial? La impunidad sigue campeando. Es por ello, que sigo sin entender cómo es que nuestros polí­ticos se asustan de los llamados planes de desestabilización y hasta de las llamadas intentonas de golpe de Estado, ¿Es que no se dan cuenta que ¡no pasa un solo dí­a!, sin que ocurra algo que peligrosamente aumente la decepción y frustración en nuestra paciente población?