Póstuma nota de gratitud a Ramiro Ponce Monroy


En ese entonces yo era un novato periodista que no habí­a madurado lo suficiente para proceder con plena responsabilidad, puesto que distribuí­a mi tiempo entre la familia, el trabajo, ciertas tareas semiclandestinas y la parranda, no en ese orden necesariamente. Era reportero-redactor del desaparecido diario El Gráfico y entre las fuentes informativas que cubrí­a estaba la Municipalidad.

Eduardo Villatoro

En diciembre de 1968, cuando Jorge Carpio (EPD), copropietario de ese matutino, se encontraba de viaje (y quien siempre se hací­a de la vista gorda ante mis ausencias injustificadas), su hermano Roberto prescindió de mis servicios ipso facto. Fue devastador para un aldeano, lejos del hogar de su madre, pero mi hizo un gran favor. Recapacité y cambió el rumbo indisciplinado de mi vida.

El Alcalde era el abogado y periodista Ramiro Ponce Monroy, quien, al enterarse de mi cesantí­a (aunque seguí­a laborando para dos radioperiódicos), me ofreció una plaza en la Oficina de Prensa de la Municipalidad, cuyo salario  contribuyó a cubrir mis modestas necesidades familiares.

He recordado vivamente y con intensa gratitud ese pasaje de mi pasado, porque al retornar de cortas vacaciones fuera del paí­s, me avisaron que Ponce Monroy habí­a fallecido, pese a que, periodista al fin y al cabo, me mantení­a informado de lo más importante que ocurrí­a en Guatemala por medio del blog de La Hora. Ramiro falleció el 24 de diciembre, dí­a de asueto, y los diarios no le dieron después interés al fatal suceso. Sólo una pequeña esquela.

Hace alrededor de siete u ocho años, a iniciativa del también periodista y abogado Luis Morales Chúa se estableció sin formalidades legales la Asamblea de ex Presidentes de la APG y durante las reuniones conversábamos amenamente con Ponce Monroy, ya aquejado de dolencias que no le permití­an participar en actividades públicas.

En este espacio es imposible dar a conocer las funciones que desempeñó a lo largo de su pródiga existencia el hijo de un carpintero y de una vendedora del mercado de Chiquimula que no se calzó hasta los 12 años de edad, como el mismo Ramiro lo revela en su libro autobiográfico «Relatos de mi vida», en el que describe su fugaz paso por un cuartel de caballerí­a, para tener opción a ingresar a la escuela de artes y oficios; su graduación de maestro de educación primaria; sus estudios de Derecho, y su carrera en el periodismo: reportero-redactor del desaparecido El Imparcial y director del Diario de Centro América, además de haber sido presidente de la APG.

Fue funcionario municipal, ministro de Economí­a y casi forzado candidato vicepresidencial; pero sobresalió en su función de Alcalde, especialmente por las obras de infraestructura vial. Durante su administración se construyeron las calzadas Aguilar Batres, Roosevelt y San Juan, determinantes para la fluidez del tráfico de vehí­culos en la capital y municipios adyacentes.

Ramiro Ponce Monroy, un hombre sencillo, noble y siempre solidario con los periodistas, fuese el cargo que desempeñara. Me duele su ausencia definitiva. Sentido pésame a sus hijos.