Posada se prepara para juicio


Luis Posada Carriles, miliciano confeso, despierta polémicas por sus postutras polí­ticas contra Cuba. FOTO LA HORA: AP Alan Dí­az

La residencia del archienemigo de Fidel Castro en Miami está llena de lienzos: revolucionarios a caballo enfrentándose con soldados españoles, olas de mar oscuro haciendo orilla, un campesino contemplando el atardecer.


Para algunos exiliados cubanos, Luis Posada Carriles es como los jinetes, un patriota que por mucho tiempo ha peleado contra un temible opresor. Para sus enemigos, el miliciano confeso es como las olas, una peligrosa fuerza responsable de bombas en hoteles en La Habana, de intentos de asesinato contra Castro y la destrucción de un avión. Para otros, el hombre de 82 años es simplemente como el campesino, una reliquia inofensiva en el ocaso de su vida.

En momentos en los que se prepara para el inicio de un juicio en su contra el lunes en El Paso, Texas %u2014por cargos vinculados a un ataque con bomba que mató a un turista italiano hace una década%u2014 los cuadros pintados por Posada dicen mucho sobre el ex colaborador de la CIA, que continúa siendo una figura controversial en gran parte de América Latina.

En público, Posada se ha comportado como en la primera pintura: desafiante, engreí­do incluso.

«Si Castro entra por la puerta, lo matarí­a. No porque lo odie, sino porque también matarí­a a una cucaracha», le dijo Posada a The Associated Press, durante una serie de entrevistas en español e inglés realizadas en la residencia en la que permanece desde que fue dejado en libertad en el 2007.

En privado, el temor de una larga sentencia en prisión le pesa bastante.

«Si yo voy a la cárcel, yo me termino la vida en la cárcel. O sea, se acabo todo», señaló.

Posada pintó varias versiones de las turbulentas aguas luego de su arresto en el 2005, cuando fue acusado de mentir sobre la forma en la que ingresó a Estados Unidos. También se le acusó de haber ocultado su participación en los ataques con bomba contra hoteles en 1997 para intentar obtener la ciudadaní­a estadounidense.

Es muy probable que el caso abierto en Texas sea la última oportunidad, aunque sea indirecta, de enjuiciar a Posada por las explosiones o cualquier otro acto terrorista.

«La CIA creó y soltó a un Frankenstein», dijo Peter Kornbluh, director del proyecto cubano del centro independiente Archivo de Seguridad Nacional. «Lo soltamos al mundo».

Cuba alega que Posada contrató a dos hombres para llevar a cabo el ataque contra hoteles, en un intento por ahuyentar al turismo en la isla. Los fiscales estadounidenses han presentado documentos detallados que vinculan a Posada con las bombas, incluyendo reportes de Cuba.

El juicio también pondrá la lupa sobre el tratamiento dado a Posada, que algunos consideran muestra una doble moral con respecto a la severidad con la que son manejados actos terroristas fuera de Estados Unidos.

Posada dijo que entró a Estados Unidos por la frontera con México. Los fiscales sostienen que realmente llegó a Miami en el bote de un benefactor usando un pasaporte falso.

Aunque se declaró inocente, Posada no refutó la versión de los fiscales ante la AP, destacando que por años entró en Estados Unidos usando identidades ficticias cuando trabajaba para la CIA y otras organizaciones.

En ocasiones, Posada cree que el gobierno de Estados Unidos no intentará ponerlo en la cárcel por mucho tiempo. Espera que sus conocimientos sobre las intervenciones de Estados Unidos en Latinoamérica lo protejan. La mayor parte de la evidencia del juicio permanece bajo sello de confidencialidad, a pedido de los fiscales.

Pero en otras, Posada admite que los tiempos han cambiado, que ya no es lo suficientemente útil para Estados Unidos como para garantizar su inmunidad.

«La gente que trabajaba conmigo del gobierno no es la misma de ahora. Eran otros tiempos. Para los de ahora, yo soy malo», reconoció. «Yo hice lo que debí­ hacer en el momento. No tengo remordimiento».

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Posada %u2014 quien tiene cicatrices en el rostro por un intento de asesinato en los años noventa, que lo dejó con problemas para hablar y tragar%u2014 prefiere conversar sobre su arte y con prontitud muestra autoretratos que dibujó tomando como modelo viajas fotos suyas, de cuando era un enérgico oponente de Castro y sus cabellos, ahora blancos, eran negros.

El Posada de los bocetos, un quí­mico de oficio, llegó a Miami en 1961. Como muchos de sus contemporáneos, participó en la fallida invasión de Bahí­a de Cochinos, respaldada por Estados Unidos. Luego entró en el ejército, y poco después de graduarse de oficial en formación de campo se convirtió en un informante de la CIA, con la que mantuvo contacto incluso luego de mudarse a Venezuela a finales de los años 60 para sumarse a la dirigencia de la agencia de inteligencia del paí­s sudamericano.

Documentos secretos de los años 60, hechos públicos en el 2009, muestran que los agentes de la CIA encargados de lidiar con Posada lo consideraban moderado y calculador en ese entonces. Pero la agencia ha dicho que cortó sus lazos con el anticastrista en la época en la que fue vinculado a la explosión de un avión cubano en 1976.

En el ataque murieron 73 pasajeros, incluyendo integrantes del equipo nacional cubano de esgrima. Posada fue absuelto dos veces por una corte venezolana y, en 1985, se escapó de prisión mientras el gobierno apelaba su caso.

Poco después empezó a ayudar a los Contra, que peleaban contra el gobierno izquierdista de Nicaragua, según testimonio prestado ante el Congreso. Posada es requerido en Cuba y en Venezuela, pero Estados Unidos no lo extradita a esos paí­ses por temor a que sea torturado.

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Como un recordatorio de la protección que ha recibido a lo largo de los años, Posada tiene entre sus cuadros un dibujo de la ex presidente panameña Mireya Moscoso.

Luego de que fue condenado en Panamá por un intento de asesinato contra Castro en el 2000, Moscoso lo perdonó y en el 2004 salió en libertad.

Además del ataque que le dejó las cicatrices, Posada fue objeto de otro intento de asesinato. Quizá el haber sobrevivido sea su mayor logro.

Se podrí­a decir que muchos de sus esfuerzos fueron en vano o incluso contraproducentes. Castro sigue siendo influyente en Cuba aunque ya no sea el presidente y, si Posada estuvo o no involucrado, la explosión del avión se convirtió en una famosa causa cubana, al igual que las bombas contra los hoteles.

íšltimamente, los visitantes no son tan frecuentes en la vivienda de Posada. Las ventas de sus cuadros han caí­do. Incluso ha comenzado a hablar sobre regresar a casa algún dí­a.

Entre los últimos cuadros de Posada se encuentra una pintura de árboles repletos de exuberantes flores rojas. Debajo de ellos, un hombre navega por un rí­o tropical hacia un rayo de luz.

«La gente que trabajaba conmigo del gobierno no es la misma de ahora. Eran otros tiempos. Para los de ahora, yo soy malo. Yo hice lo que debí­ hacer en el momento. No tengo remordimiento».

Luis Posada Carriles