La izquierda exguerrillera, aquella misma que más derrotada y resignada que triunfal y orgullosa firmó decenas o centenas de “acuerdos de pazâ€, fundó, en el año 1998, un partido político que hasta ahora se ha esmerado en proclamar su propia incompetencia electoral. Ese partido es Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, URNG. Es un partido que tiene precisamente el mismo nombre que adoptó la coalición insurgente fundada en febrero del año 1982, constituida por el Ejército Guerrillero de los Pobres, Fuerzas Armadas Rebeldes, Organización del Pueblo en Armas y Partido Guatemalteco del Trabajo.
En el proceso electoral del año 1999, por primera vez el partido URNG compitió por la Presidencia de la República, aliado con el partido Desarrollo Integral Auténtico. El candidato presidencial de esta alianza fue ílvaro Colom Caballeros, quien obtuvo 12% de los votos; cifra con la cual ocupó la tercera posición. Presuntamente Colom Caballeros era un político de auténtica izquierda, o por lo menos un confiable social-demócrata, promisorio heredero de Manuel Colom Argueta.
En el proceso electoral del año 2003, por segunda vez el partido URNG compitió por la Presidencia de la República. El candidato presidencial fue Rodrigo Asturias, quien obtuvo 3% de los votos; cifra con la cual ocupó la sexta posición. En el proceso electoral del año 2007, compitió por tercera vez. El candidato presidencial fue Miguel íngel Sandoval, quien obtuvo 2% de los votos; cifra con la cual ocupó la décima posición. En el actual proceso electoral, compite por cuarta vez, aliado con el partido Winaq y el partido Alianza Nueva Nación. El candidato presidencial es Rigoberta Menchú, quien tiene una intención de voto que no parece exceder de 3%; cifra con la cual ocuparía la séptima posición.
Conjeturo que, cuando finalice el actual proceso electoral, el partido URNG, urgido por un renovado fracaso, abrumado por ridículas cifras de votos favorables, sepultado por las jactanciosas cifras triunfales de la derecha, se someterá a una autocrítica que intentará ser ejemplo de honestidad moral, rigor analítico y doloroso realismo. Quizá ese proceso de autocrítica revele que el porvenir del partido puede ser una inmediata subsistencia y una mediata extinción.
Quizá también ese proceso de autocrítica contribuya a que la izquierda de Guatemala, aquella izquierda inspirada en principios ideológicos, descubra o reconozca que ha sido tan inepta para unirse como apta para dividirse; que un líder político sin programa de gobierno puede ser más importante que un programa de gobierno sin líder político; y que esforzarse por ser creativa, innovadora y competitiva puede ser una mejorar tarea que maldecir tediosamente el “neoliberalismoâ€, invocar rutinariamente la miseria de los pobres, anhelar fantasiosamente el colapso del capitalismo, consolarse resignadamente con el triunfo de la izquierda en otros países, o esperar cómodamente la bendición dialéctica de la historia. Quizá también aquella misma izquierda descubra o reconozca que antes de pugnar por una revolución nacional que instaure el socialismo, debe pugnar por una revolución en ella misma, y transformarse en una potencia política que por lo menos le evite la vergí¼enza de ser, en los procesos electorales, penosa ganadora de un ridículo número de diputaciones y alcaldías.
Post scriptum. La izquierda exguerrillera, esa izquierda que fracasó con las armas y ha fracasado con los votos, merece más la generosa compasión que el ofensivo desprecio de la derecha guatemalteca.