La presidencia portuguesa de la Unión Europea reafirmó el viernes su intención de cerrar a mediados de octubre el nuevo tratado que debe sustituir a la fallida Constitución europea, pese a las elecciones polacas que amenazan con modificar ese calendario.
«Esperamos mantener el calendario. Aguardamos a ver qué va a pasar en Polonia», declaró el canciller portugués Luis Amado a la prensa en la apertura de una reunión informal de dos días con sus homólogos europeos en Viana do Castelo, en el norte de Portugal, junto al Océano Atlántico.
Los diputados polacos deben decidir si disuelven el parlamento para organizar a fines de octubre elecciones legislativas anticipadas, que se anuncian como un referendo para el gobierno encabezado por los gemelos Lech y Jaroslav Kaczynski, presidente y primer ministro, respectivamente.
Pese al acuerdo alcanzado por los 27 en la cumbre de Bruselas de junio sobre la sustancia del nuevo tratado, la actitud de Polonia, que en aquel momento casi arruina el compromiso, sigue siendo la principal incertidumbre en cuanto a la conclusión del texto que debe poner fin a la crisis provocada por el rechazo de la Constitución europea en Francia y Holanda en 2005.
Durante este primer encuentro ministerial tras el receso de verano, los cancilleres de la UE tenían previsto evaluar los progresos alcanzados y las dificultades halladas por los expertos en la primera lectura profunda del texto del nuevo tratado presentado por la presidencia portuguesa a fines de julio.
En ese sentido la ministra polaca Anna Fotyga confirmó en Viana do Castelo que necesitaba aclaraciones sobre dos puntos: el futuro sistema de votación de la UE y la Carta de Derechos Fundamentales (54 artículos sobre los derechos políticos y sociales de los europeos), para la cual los británicos ya pidieron una derogación, a la que podría sumarse Polonia.
En la cumbre de Bruselas, Polonia había insistido para que el sistema de voto por mayoría afecte lo menos posible las ventajas que se le habían otorgado en el Tratado de Niza, aún vigente, logrando un compromiso para que a partir de 2017 una cláusula denominada «Ioannina» permita a países en minoría congelar una decisión durante cierto tiempo mientras se busca un consenso.
«Nuestra prioridad es colocar a Ioaninna en el texto del tratado», y no como un simple protocolo adjunto, explicó el viernes Fotyga, confirmando que su país «probablemente» pedirá no aplicar la Carta de Derechos Fundamentales.
De su lado, el ministro luxemburgúes, Jean Asselborn, instó a Polonia y Gran Bretaña, cuyo primer ministro Gordon Brown no descarta convocar a un referendo sobre el nuevo tratado, a «mostrarse solidarios» con sus socios europeos y poner fin a sus idas y venidas.
La presidencia portuguesa espera un acuerdo definitivo sobre el nuevo tratado en la cumbre de Lisboa de los días 18 y 19 de octubre, aunque evita mencionar una fecha para la firma del texto, momento que abrirá el proceso de ratificación en los 27 países del bloque.
La agenda de la primera jornada en Viana do Castelo incluía además las relaciones con Rusia, que no dejan de deteriorarse desde hace un año y medio por diversas razones.
Entre estas últimas destacan el escudo antimisiles que Estados Unidos quiere instalar en Polonia y República Checa, y que los rusos consideran como una amenaza directa, o el futuro de Kosovo, la provincia serbia de mayoría albanesa a la que Moscú se opone a otorgar la independencia.