Portillo y ¿cuántos más?


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A mi juicio Alfonso Portillo también es responsable, ya sea como autor, cómplice y/o facilitador, del desvío de muchos millones que fueron a parar a manos particulares en vez de usarse para atender las necesidades que como país tenemos. Pero Portillo es tan responsable como todos los presidentes que han ejercido el poder, y en especial los que lo han hecho en la era democrática, porque al igual que el ahora extraditado, han sido los autores o cómplices de los robos, con sus acciones u omisiones.

Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt


Cuando terminó el gobierno del Frente Republicano Guatemalteco (FRG),  derivado de un plan mediático bien orquestado,  muchos cometieron el error de pensar que saliendo de Portillo el problema de la corrupción estaba resuelto y en realidad nunca repararon, ya sea por ignorancia o conveniencia, que la única diferencia entre Portillo y los demás fue que los trinquetes, como en tiempos de las privatizaciones, fueron cuidadosamente estructurados para intentar dejar las menos huellas posibles, tratando de pintarlos como “negocios bien hechos”.

A Portillo se le inició un juicio por peculado en nuestro país del que salió bien librado y ello no quiere decir, en mi opinión, que el expresidente haya sido inocente sino que no  se le logró probar en juicio los hechos de corrupción que cometió; tampoco quiere decir, que a todos los pícaros a los que ni siquiera se les ha formulado una acusación legal, sean inocentes o que actuaron de forma correcta. Simple y sencillamente, con los últimos, nuestra justicia se hace de la vista gorda y depende mucho del origen del político o el grupo al que el funcionario se debe o defiende, lo que marca el ritmo de la justicia y la fiscalización social.

A Portillo se le acusa de haber malversado cheques que le entregó Taiwán como regalo; cuando los descubrieron, los chinos dijeron que eran para bibliotecas con el afán de tapar el eterno soborno. Algo así como pasó en el caso MDF cuando el Presidente actual se sacó un pagaré de la manga. Guatemala ha mantenido invariable su política exterior respecto a Taiwán porque éstos han sido sumamente hábiles y dadivosos para asegurar que así se mantengan las cosas y le han repartido a todos por igual. De eso que no le quede duda.

Si queremos pensar que Portillo es el único que debe enfrentar la justicia y nos alegramos que lo que no pudimos hacer acá, lo hagan en Estados Unidos, estamos tremendamente equivocados porque el caso Portillo no representa un escarmiento para los pícaros. El caso del expresidente les enseña que no deben pelear con los ricos y, si lo hacen, no deben usar bancos americanos para seguir como siempre, protegidos por el manto de la impunidad.

Es muy importante que las autoridades y la sociedad asumamos con responsabilidad y compromiso el tema de la corrupción porque el país jamás podrá salir del atolladero si el dinero del presupuesto se queda en las manos de los financistas. No puede ser que en el país aumente el presupuesto, el listado geográfico de obras y la deuda, pero retrocedamos en los temas vitales como salud, educación, seguridad, justicia y transparencia.

Claro que Portillo, al igual que muchos otros, debe responder por los malos actos que realizó, pero no puede ser que con él sintamos que podemos decir misión cumplida en un país que tiene un sistema corrupto con jugadores clave dentro del mismo que manejan todos los negocios y se encargan de repartirlos, cooptando además   las instituciones que resulten necesarias para garantizar la impunidad.

Estamos tan podridos, tan mal que quienes históricamente y a través de muchos gobiernos y corporaciones municipales han estructurado un sistema de tráfico de influencias y generación de negocios con apariencia de “lícitos”, ahora con cinismo, descaro y desfachatez nos vengan a hablar de la necesidad de ser más transparentes.

Aquí los Presidentes han sido y son responsables de los negocios porque hasta antes que la Vicepresidenta se encargara de todo, era el Secretario Privado, el brazo derecho y hombre de confianza del Presidente, el que hacía la repartición de los mismos con su venia y se encargaba de hacer los depósitos de las tajadas. Para empezar a enfrentar en serio la corrupción, bastaría con que las autoridades utilicen el delito de enriquecimiento ilícito para acabar con tanto pícaro.