Diremos que a lo largo de nuestro espacioso ejercicio periodístico siempre conocimos a los hombres que ocupaban las principales posiciones de gobierno, pero ahora paladinamente nos vemos en el caso de tener que confesar que son muy pocos los funcionarios que prestan sus servicios al régimen que preside el ingeniero ílvaro Colom Caballeros.
No conocemos a casi todos los personajes que integran el gabinete presidencial, a la mayoría de los diputados al Congreso, a los directores generales de las diferentes dependencias, a los jefes de las fuerzas de seguridad, ni a otros burócratas de alta o de regular jerarquía.
Expliquémonos un poco, aunque sea un poco. Brevemente, en una palabra.
En la actualidad, sin dependencia laboral alguna, somos modestos columnistas de este vespertino que es el decano de la prensa independiente de este país centroamericano tan anarquizado por los marrulleros de la politiquería. Nuestro oficio se ha vuelto vicio.
Y una pequeña aclaración que hemos considerado pertinente: Nos entregamos unos momentos a teclear en la computadora para hilvanar algunos comentarios, a veces en volandas, a veces con detenimiento; pero, eso sí, con el edificante propósito de prestar nuestro concurso en lo social, tanto es así que tratamos de proyectar al interés de los guatemaltecos lo que pensamos, lo que sentimos, lo que deseamos y lo que desarrollamos de acuerdo con nuestro criterio.
Y nada de ideología insana, nada de politiquería; nada de llenar cuartillas de encargo -que es lo equivalente a verter conceptos al dictado en beneficio de estrechos intereses personales y bastardos, sobre todo de tipo sectario-.
Somos políticos. Lo decimos con franqueza, con sinceridad. Pero somos no politiqueros de esos demagogos empedernidos y corruptos. Somos políticos no partidistas. Abogamos por una patria libre, soberana e independiente y porque el Estado sea digno de todos los habitantes y bondadoso para todo el pueblo, sin discriminación alguna. Y creemos o queremos creer que aun los ciudadanos más modestos desean lo mismo. No tiene el precio de la deshonestidad esta columna. No es «comercial»…
¡Y bien! Entrémosle al tema que ocupa lo central en esta ocasión.
Nuestro personaje, que es la figura escogida para referirnos a su perfil, a su trayectoria como ciudadano común y corriente, como estudioso, como profesional del derecho y como funcionario público, es el licenciado Baudilio Portillo Merlos.
Sabemos que Portillo Merlos nació en esta capital, pero su ascendencia viene del oriente bravío, como el autor de estas letras de molde: Jutiapa.
Hemos reconocido siempre, en la distancia, sin tener la oportunidad, siquiera, de saludarnos con un cordial apretón de manos, el buen comportamiento de Portillo Merlos desde sus años mozos (bueno, nos dicen quienes personalmente lo conocen, que al menos en su apariencia física, da la impresión de que no ha rebasado la barrera del sonido?
«Nuestro personaje» ha tenido buen desempeño como cursante desde el nivel primario hasta el de los estudios superiores. Se graduó como radiotelegrafista y trabajó en el área de Transmisiones Militares. En 1975 obtuvo el título de abogado y notario en la Universidad de San Carlos de Guatemala y asimismo el grado de licenciado en ciencias jurídicas y sociales. Ha sido juez de paz y de primera instancia. Prestó sus servicios académicos en la Universidad Mariano Gálvez, donde tuvo a su cargo una cátedra sobre ciencia de derecho. Como pocas personas, llegó a la honrosa posición de Gran Maestro de la Masonería Guatemalteca, y en la actualidad ejerce el cargo de Procurador General de la Nación.
Podemos decir, sin afán de congraciamiento alguno, que el licenciado Baudilio Portillo Merlos no es un funcionario cualquiera. No es un burócrata anodino del montón. Se le considera por comprofesores, amigos y por el personal sufragáneo como uno de los colaboradores más leales y eficientes del régimen gubernamental de Colom Caballeros.