Por una próspera zona franca


Fachada del ingreso a la zona franca de Colón, en Panamá. FOTO LA HORA: AFP í‰LMER MARTíNEZ

Un grupo de desempleados panameños protesta diariamente bloqueando accesos a la Zona Libre de Colón, visitada por comerciantes y turistas extranjeros, pidiendo que parte de los fondos que este lucrativo negocio aporta al fisco se destinen a pagarles un empleo.


Desde hace 10 dí­as, decenas de desempleados bloquean los accesos a esta zona franca o protestan en plazas de esta ciudad de la costa atlántica panameña para exigir que los contraten como celadores de escuelas.

Ellos proponen que de los 32 millones de dólares que la Zona Libre paga al Estado cada año, se destine una parte para contratar a 200 celadores que cuiden las escuelas públicas de la provincia de Colón.

«Los hurtos y robos de televisores, computadoras y otros materiales que se dan en nuestras escuelas evitan que nuestros hijos tengan una buena educación», dijo Danilo López, uno de los desempleados.

«Estamos aquí­ porque estamos desempleadas, hay gente que tiene hijos y tienen que buscar su sustento», dijo Amarelis Scheffer, madre de dos niños.

«La zona libre es una empresa demasiada millonaria para que nosotros tengamos tantos problemas», agregó.

Pero la Zona Libre afirma que el desempleo debe ser atendido por las autoridades y no por ese centro comercial.

«Eso tiene que manejarlo la alcaldí­a. La Zona Libre es una empresa. Usted no va a agarrar una empresa para que mantenga proyectos personales en una ciudad», dijo el gerente general de la zona franca, Leopoldo Benedetti.

Creada hace 60 años, esta Zona Libre con negocios por 16 mil 160 millones de dólares en 2008 atrae cada año a 150 mil comerciantes y turistas extranjeros. Ocupa 450 hectáreas, en dos predios, donde operan 2 mil 500 empresas nacionales y extranjeras, pero los ciudadanos panameños tienen prohibido el ingreso, salvo que trabajen allí­.

La Zona Libre «tiene los fondos suficientes para poder darnos a nosotros los pobres esas plazas de empleo para poder cuidar el patrimonio de nosotros mismos», dijo Joaquí­n Aguilar, otro desempleado.

«Queremos que nuestros hijos coman y para ello hacemos cualquier tipo de trabajo, pero no salen todo el tiempo», dijo Juan Pérez, un electricista que lleva siete años sin empleo fijo y padre de tres hijos.

En Colón el desempleo se acerca a 10%, según datos oficiales, sumado a un alto grado de trabajo informal que prevalece en todo el paí­s.

La presencia de los manifestantes, que a veces han quemado neumáticos en sus protestas, ha alterado la operación de la Zona Libre, que ha cerrado algunos accesos por razones de seguridad.

«Como gremio empresarial hacemos un llamado de atención para que este tipo de eventos no se den», dijo el presidente de la Asociación de Usuarios de la Zona Libre, Giovanni Ferrari.

«Estamos pasando momentos de coyuntura económica muy delicada y no necesitamos un elemento más que afecte la actividad económica», agregó.

Ferrari admitió que las protestas «han tenido algo de impacto», pero declinó dar una cifra de pérdidas en esta zona franca que, en promedio, realiza negocios por 40 millones de dólares cada dí­a.

Las protestas no sólo perjudican a los comerciantes de Colón, pues esta zona franca es «una cadena de suministro muy importante para los paí­ses de América Latina», dijo.

La Zona Libre de Colón aporta 8% del PIB de Panamá y es el segundo mayor negocio del paí­s, después del Canal interoceánico.