El despliegue militar realizado la semana pasada para atrapar a una familia presuntamente de narcotraficantes fue de película. Aviones, helicópteros, personal del Ejército, la Policía Nacional Civil, el Ministerio Público y hasta miembros del Departamento Antidrogas de los Estados Unidos. Todo un espectáculo para nuestro mundanal aburrimiento cotidiano, pero, ¿son efectivos este tipo de acciones?
Me parece que no. Eso del narcotráfico es un rollo que se salió de las manos de todos. Es un juego peligroso inventado por los poderosos para hacer dinero rápido y mantener el sistema mundial vigente. Entre más alejado esté uno de esas cosas, mejor. Ahí juegan los de las grandes ligas, los dispuestos a lucrar con emergencia, los políticos, los militares y quienes tienen una tendencia enfermiza a la adrenalina. También, se me olvidaba, los que tienen prisa por morir, los suicidas posmodernos y quienes viven hastiados por la vida.
El narcotráfico es un juego entre policías y ladrones o policías y policías. Aquí en realidad no se sabe quiénes son los protagonistas porque cambian de identidad con facilidad y los uniformes súbitamente cambian de color. En el juego del narcotráfico no se sabe quién persigue a quién, se duda sobre la identidad de los capos y hasta quién en realidad tiene el dinero. Es una diversión de curas, pastores, empresarios, banqueros, periodistas, policías, políticos y hasta del más humilde marero de asentamiento. Es un espacio lúdico de gentes acostumbradas en la niñez a jugar de policías y ladrones.
Por eso, el narcotráfico hay que verlo casi como quien ve un programa imbécil de MTV. No hay que ponerle demasiado coco y entre más rápido se cambie de canal, mejor. Lo sabio es mantenerse alejado de esas entretenciones so pena de caer en la absurda lógica y pensamientos peregrinos en esa dirección. ¿Es un escape que en nada contribuye a la solución del problema? Es cierto. Lo que hay que comprender es que esa guerra sobrepasa las lanzas con las que el ciudadano de la calle (usted y yo) tenemos. Una persona sensata no puede meterse en esas batallas a menos que tenga sangre de mártir.
Véalo así. Los narcotraficantes, que son un poco los que he mencionado (policías, periodistas, militares, políticos, empresarios, curas, pastores y un etcétera que se sorprendería saber), son demasiado poderosos. La solución a ese problema rebasa nuestras posibilidades. Lo que nos corresponda quizá sea presionar con prudencia para que quienes promueven el juego declinen sus pasiones y se pongan a jugar de manera más sana. Ese juego, el narcotráfico, nos está llevando a donde no queremos ir y está corrompiendo a nuestra juventud.
Hay que darle jaque a la diversión, pero no creo que sea por la vía del espectáculo que montaron los muchachos en Zacapa. Seguir ese juego sólo nos conducirá a un escenario de muerte como el de México y Colombia. Un desgaste innecesario e ineficaz con pérdidas humanas absurdas. Ahora, si lo que nos gusta es la ficción y la lógica de los asesinatos y las conspiraciones, vamos por buen camino.