Por un Estado humanista


Tras el asesinato del decano Mario Calderón, la Facultad de Humanidades de la Usac busca en elecciones este viernes a su sucesor. Aunque este hecho no concierne a muchos de los lectores de este espacio de opinión, espero poder lanzar algunas reflexiones en torno al tema.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

La Facultad de Humanidades fue creada en la luz del gobierno de Juan José Arévalo, quizá nuestro mayor humanista. í‰l no sólo era pedagogo y filósofo, sino que también aplicó su ciencia en el gobierno. Después de Arévalo no ha habido un gobierno que posea una ideologí­a humanista o, siquiera pedagógica; tal vez, sólo se pueda rescatar el actual programa de Escuelas Abiertas, que tiene mucho de pedagogí­a.

Sin embargo, los Estados actuales, iluminados más bien por el neoliberalismo, han olvidado el humanismo y se han convertido en pragmáticos administradores de un paí­s y sus servicios, como si se tratara de una empresa.

El humanismo dentro de los sistemas de Gobierno -habrá que aceptarlo- muy pocas veces ha ocurrido en la historia de los Estados. Quizá en la antigí¼edad era más frecuente, pero, hoy dí­a, no. En cambio, preferimos tener como presidente o diputados a abogados o politólogos, si no es que ingenieros o algo así­.

El problema fundamental de las vocaciones profesionales es que no están iluminadas con el humanismo. Tomemos varios ejemplos. Los abogados se han convertido en una especie de cultivadores de pantanos -y para nadie esto es nuevo-, que se han especializado en trabas legales, tales como recursos de amparo, inconstitucionalidades o recursos de exhibición, que fueron creados en Guatemala con la Constitución de 1985; pero lejos de ser recursos de protección de derechos humanos, son prácticamente artimañas para retrasar juicios, a tal grado que hay diputados que han osado a recusar a toda la Corte Suprema de Justicia.

En otros casos, ingenieros que han perdido su «ingenio» y su capacidad cientí­fica, y se han convertido en meros tecnócratas, útiles a maquilas y fábricas para explotar a obreros. Profesionales de las económicas que se interesan en la administración de empresas y que sólo pueden aportar a la nación la administración del paí­s como una empresa.

En cuanto a la Facultad de Humanidades, se ha convertido en mera fábrica de profesores de enseñanza media o, con un poco de esfuerzo, en acreditadora de directores de colegio; pero las ciencias humaní­sticas se encuentran en el limbo.

Constitucionalmente, la Universidad de San Carlos es la obligada a proveer los profesionales necesarios para la construcción del paí­s; adicional a ello, las universidades privadas colaboran, pero no tienen el mandato de la Carta Magna.

Por ello, considero importante lanzar la invitación a los actuales candidatos a decano de Humanidades, para que den un giro a esta facultad, ya que el Estado necesita de este aporte para que las polí­ticas de Estado se enfoquen en objetivos más sociales.