¿Por qué no pagamos impuestos?


El Gobierno impulsa una moderada reforma fiscal para agenciarse de fondos que le permitan enfrentar las necesidades de educación, salud, seguridad e infraestructura.

«En este mundo no hay nada cierto, excepto la muerte y los impuestos.»

Benjamí­n Franklin

Julio Donis C.

Si hiciera una comparación de mal gusto podrí­a ilustrar que la carga impositiva de un ciudadano sueco es de alrededor del 55% de sus ingresos; a cambio de lo cual obtiene sin costo los servicios públicos de salud, educación, transporte, entre otros, de la más alta calidad y con la posibilidad de utilizar la más alta tecnologí­a en los mismos. Además el salario promedio de un sueco es alrededor de ocho veces el de un guatemalteco (con las acotaciones de rigor puesto que, en ese paí­s, la determinación del salario mí­nimo está fuera del ámbito del Estado, y más bien es sujeto de una negociación bilateral entre el gremio de trabajadores y parte patronal, lo que supone una fuerte organización y respeto entre las partes).


Ni Guatemala es Suecia, ni las condiciones históricas que llevaron a cada paí­s a la realidad especí­fica se parecen en nada; sin embargo, lo que sí­ es común es la aspiración de cada ciudadano, sea sueco o guatemalteco, de tener condiciones dignas de vida. Allá eso está resuelto y aquí­ distan cien abismos para que una persona sea atendida ágilmente en cualquier hospital público, en vez de esperar meses en un listado del sistema de seguridad social antes de morir por un coma diabético, para que después se enteren los familiares del fallecido que si hubiera sido diagnosticado a tiempo… Supongo que el reciente desfalco descubierto en las arcas del IGSS tendrá consecuencias y muchas personas seguirán esperando, tratando de ganarle tiempo a la muerte, sin saberlo muchas veces.

Condiciones macrosociales

Dejo el drama de la realidad y me voy a analizar algunas condiciones macrosociales e históricas para aterrizar en el propósito de aprender de las mismas y así­ comprender, cómo se podrí­a desarrollar el comportamiento tributario socialmente extendido en una paí­s como éste.

Hay que decir, para empezar, que es ingenuo preguntarse ¿por qué los guatemaltecos no tienen el hábito de pagar impuestos?, o como han dado en mal nombrar algunos: ¿por qué no tenemos una cultura tributaria? Como en otros temas pendientes, hacerse esa cuestionante es obviar la historia y las verdaderas razones que conformaron el paí­s que tenemos hoy dí­a. El modelo económico agroexportador, casi dependiente de pocos cultivos tiene una lógica que se forjó con decisiones polí­ticas de grupos y élites, mismas que moldearon una realidad que nos tiene sumidos en una desigualdad socioeconómica abismal.

El peso de las remesas

Otro elemento que apunta a lo desatinado de hacerse aquellas preguntas tiene que ver con el peso que tienen en la economí­a las remesas que provienen de guatemaltecos mojados o empapados en el Norte, la verdad es que como dice Mario Palomo, para las élites económicas deberí­a ser una cachetada que los ingresos en la balanza sean más por esos dólares que por la actividad económica de sus empresas.

En las latitudes del desarrollo, la conformación de lo que llama Moore, el «Estado Fiscal» empezó desde el siglo XVI y XIX a partir de la necesidad de recursos para financiar las guerras entre estados. La única forma de financiar las faenas militares era a través de los impuestos que de forma coercitiva eran obtenidos de los pobladores; sin embargo, ese método basado solo en la coerción tendió rápido al rechazo. A partir de identificar esa reticencia, empezó a surgir una lógica de lo que se llama cuasi-voluntario, una especie de dame y te devuelvo en forma de beneficio social. Esto tuvo varios efectos pero se resalta la más obvia, cuando el sistema de impuesto tuvo la flexibilidad de ser voluntario, dicho intercambio entre Estado y contribuyente proporcionó beneficios a ambos, pero además hay que resaltar que el contribuyente va adquiriendo capacidad de negociación frente al Estado que organiza.

Tres ideas lo ejemplifican

En geografí­as no desarrolladas dicha evolución que describí­a no se dio de la misma forma. Tomó prestadas tres ideas de Torres Rivas para ejemplificar esto: para empezar el desarrollo del constructor estado-nación en Guatemala ha sido, un eterno pulso con la polí­tica conservadora de intrincadas élites, pugna en la cual la aspiración de aglutinar a la ciudadaní­a bajo una misma lógica polí­tico-jurí­dica, centralizar la seguridad, el cobro de impuestos, garantizar beneficios ciudadanos y promover el estado de excepción, han sido funciones básicas de un Estado, pero que parecen difuminarse entre lo público y lo privado. Otro rasgo es la estratificación de la ciudadaní­a en un abanico que dispone más a partir de lo racial, que de lo socioeconómico de clase, una sociedad precapitalista.

Los poderes fácticos

Un elemento de remate, el peso de los poderes fácticos en sociedades como la guatemalteca hace cuesta arriba el desarrollo de un estado fiscal, puesto que compite con éste y casi siempre le gana o lo coopta. Aquí­ se incluyen grupos clandestinos, narcotráfico, élites empresariales, la cooperación internacional y hasta iglesias. Actores que ponen a rodar un carro que funciona con la gasolina del clientelismo polí­tico, produciendo instituciones débiles como los partidos polí­ticos.

Entonces retomando el tema central, creo que la pregunta que titula esta entrega es válida pero no tiene una respuesta sencilla. Hace falta mucho entretejido histórico para poder analizar de forma concreta la situación concreta, y este espacio no alcanzarí­a.

«El modelo económico agroexportador, casi dependiente de pocos cultivos tiene una lógica que se forjó con decisiones polí­ticas de grupos y élites, mismas que moldearon una realidad que nos tiene sumidos en una desigualdad socioeconómica abismal.»