¿Por qué Irlanda guardó silencio?


El arzobispo de Bélgica, Andre-Joseph Leonard, anuncia otra renuncia de un obispo, Roger Vangheluwe, siempre por escándalos de ocultamiento de pederastia. FOTO LA HORA: AFP BENOIT DOPPAGNE

Durante décadas, miles de abusos sexuales cometidos por curas católicos irlandeses fueron silenciados. La Iglesia, desde luego, pero también la policí­a, los profesores e incluso los padres guardaron silencio. ¿Por qué?


Hasta los años 1990 «era sencillamente imposible desafiar a la Iglesia», explicó a AFP Kevin Lalor, psicólogo y director de la Escuela de Ciencias Sociales en el Instituto Tecnológico de Dublí­n.

La Iglesia irlandesa se habí­a ganado el aura a comienzos del siglo XX al convertirse en una «fuerza antibritánica antes de la independencia» en 1921. Salió del trance con «un estatus agrandado en exceso». «Más que en ningún otro paí­s, la Iglesia era un brazo del Estado», explica Lalor, que realizó varios estudios sobre el tema.

La inmensa mayorí­a de los colegios y de los hospitales estaban en manos de la jerarquí­a católica, que siempre tení­a algo que decir, incluso sobre la composición del Gobierno.

El poder del clero también se palpaba en el plano moral. «El cura era el sí­mbolo mismo de la moralidad y de la castidad y era muy respetado. A la ví­ctima no la habrí­an creí­do la comunidad, sus amigos y su familia», explica Sue Donnelly, socióloga de la University College Dublin.

En 1990 un diario regional publica un artí­culo sobre actos pedófilos de un sacerdote en la diócesis de Ferns (sudeste), lo que dio pie a una vasta investigación que desembocó en un informe publicado en 2005. «La gente no se lo creyó. Se congregó delante de las oficinas del diario. Quemó ejemplares y boicoteó a los anunciantes», recuerda Donnelly.

El niño ví­ctima veí­a un dedo acusador apuntando contra él, incluso por parte de sus padres. Era un periodo en el que «la madre decí­a «seguro que te lo has merecido» a un niño que se quejaba de que le habí­a castigado el profesor», recuerda Lalor.

Y la policí­a «pensaba que un pequeño comentario al obispo era lo mejor que se podí­a hacer, que era un tema moral y no legal», explica. En vez de ser condenados, los sacerdotes acababan siendo enviados a otro sitio donde, en ocasiones, volví­an a empezar con los abusos.

«No se podí­a hablar de ello con nadie, sobre todo con la policí­a, los profesores y los padres. No habí­a ningún mecanismo» para tratar el problema, recuerda Lalor.

Para hablar -explica Donnelly- la ví­ctima debí­a además superar la «dificultad de mencionar la sexualidad», en una sociedad irlandesa muy conservadora, pero también la de no ser más «un buen católico».

En el caso de un niño de corta edad, estaba también el miedo de ser «castigado con todaví­a más severidad», revela Paddy Doyle, una de las primeras ví­ctimas en sacar a la luz el escándalo, en su libro «The God Squad», publicado en 1990.

«Si uno decí­a algo, le pegaban, y le podí­an privar de comida o de contacto con otros niños», recuerda al hablar de su infancia en un hospicio que gestionaba el clero, donde el huérfano entró con cuatro años, en 1955.

Además, la población «no estaba realmente sensibilizada». «Hasta hace 15 ó 20 años, se creí­a que los abusos sexuales eran cometidos por gente muy rara, por enfermos mentales o por alcohólicos», recuerda Helen Buckley, experta en protección a la infancia en el Trinity College de Dublí­n.

En los años 1990, la gente empezó a hablar de ello, animada -según ella- por los «distintos servicios de asesoramiento puestos en funcionamiento en ese momento». «La Iglesia perdió su aura».

«De repente», dice Kevin Lalor asombrado, «pasamos de una ausencia total del tema» a la gran exposición actual, y a la dimisión de seis obispos irlandeses y uno belga.

PAPA Acepta renuncias


El papa Benedicto XVI aceptó esta semana la renuncia de obispos involucrados directa o indirectamente en los escándalos de pedofilia, en un mensaje a los católicos de todo el mundo de que la Iglesia no tolerará nunca más que curas abusen sexualmente de menores.

El retiro este viernes del obispo belga Roger Vangheluwe, de 73 años, quien admitió haber abusado de un menor, fue anunciado por la oficina de prensa del Vaticano y confirma la nueva lí­nea del Papa de aplicar la «tolerancia cero» frente a la pedofilia.

«Cuando todaví­a era un simple sacerdote y durante un tiempo tras ser nombrado obispo, abusé sexualmente de un joven que formaba parte de mi entorno», confesó Vangheluwe en un comunicado divulgado también por la Santa Sede.

La renuncia del obispo belga fue aceptada en base a una norma canónica que se emplea en casos excepcionales, el artí­culo 401, parágrafo 2, del Código de Derecho Canónico.

La norma ha sido aplicada en al menos seis ocasiones en el último mes y autoriza el retiro por «enfermedad» o por «otras razones graves», sin especificar cuáles.

«Es verdad que en el último mes se ha aplicado en seis ocasiones. Algo que no es normal», comentó Davide Cito, experto en derecho canónico.

Vangheluwe es el primer obispo que renuncia por estar directamente involucrado de abuso sexual de un menor tras la ola de escándalos que azota a la Iglesia católica de Europa y Estados Unidos desde el inicio de este año por los curas pedófilos y que se ha extendido a Brasil y Chile.

Otros clérigos han renunciado a sus cargos por haber encubierto los casos de pedofilia durante décadas, polí­tica mantenida por décadas por la jerarquí­a de la Iglesia católica.

Entre los que han renunciado por encubrimiento figura el prelado irlandés de Kildare y Leighlin, James Moriarty, quien admitió el miércoles que hubiera podido «cuestionar la cultura del silencio imperante» en la Iglesia de su paí­s.

En Irlanda, donde estalló a inicios del año el escándalo, seis obispos u obispos auxiliares implicados en investigaciones sobre abusos sexuales han presentado su dimisión al Papa, cuatro de las cuales fueron aceptadas.

El martes, el Papa nombró nuevo arzobispo de Miami al remplazar a monseñor John Favalora, quien manejó esa diócesis por 16 años, durante los cuales tuvo que hacer frente a diversos escándalos por denuncias de abuso sexual cometidos por sacerdotes y al pago de millonarias indemnizaciones.

Favalora sale seis meses antes de jubilarse, lo que sorprendió a varios observadores de asuntos internos del Vaticano.

«El Papa empieza a hacer limpieza y resulta más riguroso de lo que se esperaba», aseguró a la AFP el vaticanista Bruno Bartoloni.

«También toma medidas ejemplares contra los responsables de haber encubierto los casos», agregó.

Con esas medidas Benedicto XVI demuestra «que pone en marcha la operación limpieza, una batalla moral y espiritual que siente profundamente», comentó por su parte el vaticanista Marco Politi.

«La anunciada caí­da de cabezas comienza a cumplirse», sostiene Politi.

La nueva fase de «limpieza» interna habí­a sido anunciada el 20 de marzo por el mismo pontí­fice en la Carta Pastoral dirigida a los católicos irlandeses.

En ella no sólo manifiesta la «vergí¼enza» y los «remordimientos» de toda la Iglesia frente al escándalo de pedofilia, sino que anuncia que los sacerdotes culpables de abusos sexuales responderán «ante Dios» y ante la justicia.

«Se debe admitir que fueron cometidos errores de evaluación y que hubo faltas de gobierno», escribió el Papa en el capí­tulo dedicado a «los hermanos obispos».