Si médicos guatemaltecos agarran a unos cuantos gringos hippies de los que turistean por la Antigua o Panajachel y les inoculan cualquier virus o bacteria para hacer experimentos, el grito y las sanciones de Estados Unidos se oirían en toda la Galaxia. En cambio, la utilización de pacientes del manicomio o de soldados aborígenes de esta tierra del Quetzal no afecta a ninguno en Estados Unidos porque ellos mismos declaran que no procede ningún reclamo de responsabilidades por las atrocidades cometidas contra nuestra gente.
La asimetría en las relaciones es tremenda y definitivamente que nos ven como un pueblo que no llega ni a segunda clase. Los pobres “indios de Guatemala†son infinitamente inferiores a cualquier canchito gringo. Ya se imaginan ustedes qué diría el Departamento de Estado si la cancillería guatemalteca los regañara porque van a recibir al Primer Ministro de Israel y les advirtiera que le deben dar un claro mensaje sobre la necesidad de aceptar el Estado Palestino. ¿A cuenta de qué, diría la señora Clinton, estos abusivos se meten a querer dictar nuestra política exterior? En cambio, ellos pueden ordenar, regañar y putear, literalmente hablando, a gobiernos soberanos de estos países que para ellos son peor que el patio trasero porque cualquier pendejo cuida su patio trasero. Nos ven como su excusado simple y llanamente.
Estamos hasta el copete por el problema de las drogas y el narcotráfico que nos utiliza como puente para llegar al mercado ávido y voraz de los Estados Unidos. Pero ellos pretenden que la guerra contra las drogas se libre en estas tierras, que seamos nosotros los que pongamos los muertos porque no están dispuestos a mover un dedo para perseguir no sólo a sus propios distribuidores de narcóticos en las principales ciudades del país, sino que tampoco a sancionar a los drogadictos que con su sed de estupefacientes generan ese multimillonario mercado que nos tiene a nosotros de rodillas.
Admiramos muchas cosas de Estados Unidos, pero ofende esa arrogante prepotencia de que decidan por sí y ante sí, blindarse para no responder de ninguna manera por el crimen cometido contra gente humilde de este país. Allá se indignan y protestan porque usan animales para pruebas de laboratorio y la sociedad se moviliza en contra de tales prácticas, pero el uso de locos, soldados y prostitutas de un país como Guatemala no genera ninguna responsabilidad, ninguna obligación para resarcir a las víctimas.
Y como siempre agachamos la cabeza porque es un imperio “demasiado grandeâ€, nos seguirán puteando cuando quieran y como quieran. Todo por ser hombres de maíz en vez de ser canchitos.
Minutero:
El venir a inocular
a nuestros pobres loquitos
no conmueve a los gringuitos
que sí saben despreciar