Por lo menos se acepta que hubo excesos


Oscar-Clemente-Marroquin

Varias veces he comentado que estamos enfrascados en una discusión estéril de la que no saldrá nada positivo porque no hay ánimo de buscar acuerdos sino simplemente de ir radicalizando las posiciones respecto al juicio que por genocidio se lleva a cabo contra el general José Efraín Ríos Montt. Sin embargo, hay al menos un detalle que resulta importante rescatar y es que aun los que niegan rotundamente que existiera genocidio por considerar que los crímenes cometidos no son resultado de acciones dirigidas contra alguna etnia en particular, reconocen y admiten que hubo notables excesos que perjudicaron a miles de personas inocentes.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Eso, aceptado casi en forma unánime por cualquiera que ha abordado la cuestión dentro de este intenso y acalorado debate, nos permite entender de mejor forma lo que ocurrió y el sufrimiento de mucha gente que perdió a sus seres queridos. Desde la perspectiva urbana de quienes vivimos el conflicto en la ciudad de Guatemala, alejados de lo que ocurrió en muchas comunidades del interior del país, es difícil entender los sentimientos que perduran entre aquellos que fueron testigos de las masacres en las que perdieron la vida sus familiares.
 
 Personalmente creo que enfrentarnos debatiendo si hubo o no genocidio es como caer en aquella fábula de los galgos y los podencos, puesto que lo fundamental se deja por un lado. Y más aún cuando se anuncia ya que ese debate será el que nos devolverá a los años de violencia política, dando a entender que los actores de entonces están ya listos para volver a las andadas si es que la sociedad no desiste de reclamar justicia.
 
 Uno entiende que en un conflicto armado tiene que haber muertos, desgraciadamente, y hasta que puedan producirse hechos que afecten a personas inocentes que nada tienen que ver con el enfrentamiento que mantienen las partes. Pero lo que no se puede aceptar como algo normal es el exceso cometido con masacres horripilantes en las que incurrieron tanto los miembros de las fuerzas armadas como los guerrilleros y soy de la opinión que toda amnistía debe entenderse precisamente para los casos que se pueden considerar como parte de la guerra, pero no con aquellos casos que todo mundo admite que ocurrieron por exceso, es decir, porque se produjeron situaciones que iban más allá de lo que se puede considerar como normal en un enfrentamiento armado como el que sufrimos los guatemaltecos.
 
 Pienso, además, que se están adoptando posturas radicales de un lado y de otro que evitan abordar los temas con alguna seriedad y buscando realmente que haya justicia. Tal y como vamos, se le está echando leña al fuego y más que leña gasolina, para provocar un fogarón que puede tener consecuencias fatales para muchos.
 
 La búsqueda de justicia no debiera ser motivo de enfrentamiento. Yo creo que las víctimas de las acciones de la guerrilla tienen derecho a reclamar en los casos en que las fuerzas paramilitares procedieron de manera irracional contra víctimas inocentes que no eran combatientes. E igual derecho asiste a quienes fueron víctimas de excesos cometidos por las fuerzas armadas.
 
 Y lo que más llama la atención es que se reclama únicamente sobre una parte de los acuerdos de paz, pasando por alto que todo el resto de lo convenido se quedó en letra muerta, en palabrería consignada en documentos inútiles, porque nadie se ha preocupado por atender lo pactado con relación a enfrentar las causas que dieron lugar al surgimiento del conflicto armado interno que desangró a los guatemaltecos y que nos sigue dividiendo al punto de que ya se alzan voces advirtiendo que por ese juicio volverán a rodar cabezas.