A una fecha de la culminación del Torneo Clausura de Guatemala, se observa que, una vez más, los equipos capitalinos, es decir Rojos y Cremas, volvieron a las posiciones de honor, dejando un poco atrás a los llamados departamentales.
Sin embargo, la brecha entre unos y otros se ha reducido, a tal punto de que no andan muy lejos; de hecho, Petapa podría convertirse en el primer lugar si es que vence el próximo domingo a Comunicaciones y Municipal pierde.
Si se ve más abajo de la tabla, las posiciones del cuarto al sexto aún pueden ser movibles. Cabe la posibilidad de que Jalapa aún clasifique, y que un milagro haga ingresar a Zacapa.
En el fondo de la tabla, Heredia y Malacateco, los equipos que menos impulso de patrocinadores tienen, están todavía disputando el descenso directo. Pero, lo que más llama la atención, es la enorme distancia entre éstos y los equipos de punta.
Y no es cuestión del campeonato nacional. Si se observa, por ejemplo, la tabla de clasificación de España, el puntero Real Madrid tiene tres veces más puntos que el colero; la misma proporción existe en Guatemala.
La competitividad, lo cerrado de un torneo, son síntomas de evolución y de progreso. Las enormes distancias del puntero con el resto no significa, pues, superioridad del líder, sino la mediocridad del torneo.
En los últimos años, o en el mismo partido de la selección nacional el miércoles pasado, reflejan una evolución de los departamentales, incluso de sus figuras, sólo para beneficio del fútbol. En otros países, hay reglas claras a fin de impedir enormes diferencias entre un equipo y otro. Por ejemplo, la distribución de las ganancias de los derechos de transmisión, los topes salariales de los equipos, los mecanismos de transferencia de jugadores, etc.
La Liga mexicana, por mucho, es la mejor del área, y primordialmente se caracteriza por una constante evolución y cambios en los lideratos y los campeones mismos. El América de México, uno de los más sobresalientes clubes de ese país, fue campeón y hoy está en el último lugar, lo cual sólo se explica por una distribución de la calidad, en beneficio de un país que no tiene problemas para clasificar a los Mundiales y que, de hecho, pelea por estar entre los mejores 16 del mundo.