¡Por fin: un buen candidato!


Estamos apenas a un poco más de tres meses para las elecciones generales, lo que implica oí­r a miles de pinochos de todo tipo, condición, tamaño o posición social lanzar las mentiras más grandes concebidas en esta doliente humanidad guatemalteca que responderá de inmediato con la misma ingenuidad y con los mismos consejos para los nuevos dueños y salvadores de la patria a la que ya le va quedando poco jugo que sacarle y menos aún un poco de leche para seguir mamando la teta o en último caso lamiendo el hueso.

Héctor Luna Troccoli

Para los candidatos que «ganen» sus puestos, ya la maquinaria está aceitada. Una Contralorí­a lista para agachar la cabeza y hacerse babosa; un Congreso repleto de ambición, no por sacar al paí­s adelante, sino para llenarse de plata los bolsillos; las Cortes llenándose de impunidad y de monedas; el Ejecutivo listo para abrir las arcas y hacer «obras» que perpetúen el entorno familiar, tanto social, como económicamente…. Y así­ somos y así­ seguiremos.

Pero dentro de toda esta olla de porquerí­a y maldad, hay una noticia positiva. Entre los miles de candidatos, desde sí­ndicos hasta presidenciables, destaca uno para quien va mi admiración y respeto, el señor Héctor Montenegro, lí­der de los ancianos de la tercera edad que encabezó las luchas para lograr se les diera una pensión miserable a aquellos hombres y mujeres ancianos que no tienen cobertura social.

Realmente me emocionaba la pasión y las reflexiones que este buen señor hacia ante los medios de comunicación y lo admiraba aún más cuando no pedí­a sólo para él, sino para todos sus compañeros y compañeras. Ahora, que a mi también me llega a pasos agigantados la vejez, puedo comprender a este caballero, en todo el sentido de la palabra, a quien creo que la UNE le ofreció una candidatura para diputado.

No se vaya extrañar señor Montenegro que a usted lo estén utilizando, tal como primero lo utilizó el diputado Baldizón. Eso, estimado amigo, es una cosa muy natural de esta negra polí­tica. Aunque usted me puede dar a mí­ mil valiosos consejos, permí­tame que abuse y sin menospreciar su sabidurí­a, déjeme que le diga algunas cosas: no se deje manipular por los polí­ticos, usted manipúlelos a ellos, ya que afortunadamente la mayorí­a no tienen dos dedos de frente; los últimos años que le quedan de vida, disfrútelos plenamente con el salario que le van a pagar, porque con sinceridad quisiera que usted ganara; no vaya a creer que tiene que estar a las nueve en punto y se debe matar trabajando, eso sólo lo hemos hecho algunos babosos y siempre salimos mal hasta que, bendito Dios, muchos se encargaron de destruirnos.

Usted mi querido amigo, sea o no diputado, tiene algo que a muchos les hace falta: valor y dignidad, llévela siempre consigo, incluso, cuando igual que a mí­, nos llegue la hora de la muerte. ¡Arriba mi candidato!