Como consecuencia al requerimiento de extradición que autoridades de los Estados Unidos plantearan al sistema jurídico guatemalteco en contra del ex presidente Alfonso Portillo (2000-2004) se inició el proceso que establece la ley.
jfrlguate@yahoo.com
Este hecho ha implicado que un número extraordinario de personas me envíen un elevado número de correos electrónicos de los cuales un 70% los califico de positivos y un 30% de negativos. En estos últimos se me requiere opinar sobre el caso específico, la mayoría de ellos también agrega una serie de improperios que evidencian poca madurez, educación y cero ecuanimidad.
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Del 70% que califico de positivos, preguntan, razonan por qué la denuncia y la persecución sólo es en contra del gobierno que presidió Alfonso Portillo y a él en lo personal, ¿por qué no existen acciones jurídicas a nivel nacional e internacional en contra de los presidentes Jorge Serrano, ílvaro Arzú y í“scar Berger?, así como en contra de sus familiares y diferentes funcionarios.
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Ante todos estos planteamientos, considero mi obligación establecer y señalar de forma específica y concreta que no es procedente involucrarme y opinar como columnista ante la situación de la detención preventiva y requerimiento de extradición en contra del ex presidente Alfonso Portillo. Esto es más que comprensible porque nadie podrá dudar que soy amigo de Alfonso, nunca lo he negado; que fui vicepresidente de la República en ese mismo período. Cualquier manifestación que yo hiciera al respecto algunas personas la calificarían de no imparcial, subjetiva y por consiguiente improcedente.
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Por esas razones también las constituciones, los códigos penales preven que los parientes, amigos o enemigos de persona sindicada no tienen la obligación o no están calificados para opinar porque sus sentimientos personales les afectan y les impiden hacerlo adecuadamente. Por eso mismo, un tribunal o un jurado que tiene criterio previo o ha sido presionado de cualquier forma no puede conocer y juzgar de lo contrario habría prejuzgado.
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Es sabido e innegable el hecho que ha producido las pretensiones de las autoridades de los Estados Unidos, específicamente del Estado de Nueva York, de solicitar la extradición del ex presidente Alfonso Portillo. Ante la popularidad de Alfonso y la persecución que de él y del gobierno del que fuimos parte han hecho determinados grupos de poder, ha creado en este momento en la sociedad guatemalteca una enorme reacción, la cual produce esa elevada cantidad de opiniones a través del correo, como también motiva que muchas personas se manifiesten personalmente, por lo menos conmigo, en un elevadísimo número a favor de Alfonso. A diferencia de lo que alguien podría opinar, he recibido reacciones positivas en todos los estratos de nuestra sociedad. Aunque no las he recibido, no dudo que habrá personas, especialmente de las élites sociales más altas, que les gustaría opinar de forma distinta.
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En todo caso, reitero que no me considero ser una persona adecuada para opinar en esta columna al respecto. Creo que debe evitarse influir o presionar al sistema de justicia y recordar que no somos jueces o Ministerio Público, tampoco somos acusadores o jurado para pretender opinar al respecto. El juez supremo es Dios, a él debemos de pedirle que ilumine a los hombres para que sepan impartir justicia, también debemos pedirle perdón para quienes se equivocan, prejuzgan, ya no digamos, insultan, ofenden o difaman sin tener pleno conocimiento de los hechos.