Partidarios y adversarios de la despenalización del aborto inician oficialmente su campaña el martes para tratar de ganar los sufragios de los portugueses que serán consultados sobre la cuestión el 11 de febrero próximo, y cuyo resultado parece bastante incierto.
El Partido Socialista (en el poder), el Partido Comunista y el Bloque de Izquierda llamaron a votar por la despenalización.
El Partido Socialdemócrata, de centro derecha, dejó libertad de voto a sus adherentes.
Sólo el pequeño partido de derecha Centro Democrático y Social se pronunció en contra.
No obstante, la cuestión del aborto, gran tabú en una sociedad muy marcada por la Iglesia católica, supera los marcos de los partidos.
La lucha contra la abstención será la principal meta de esta campaña, pues el debate, muy presente a través de la prensa, no ha conseguido implantarse en la opinión pública.
En los últimos meses, los sondeos mostraron una fuerte baja de los partidarios del «sí», que pasaron de 53% en octubre a 38% a fines de enero, según un estudio de la Universidad Católica publicado el viernes.
Los partidarios del «no» eran 28%, los indecisos 14% y 21% optaban por la abstención.
Los electores deberán pronunciarse sobre la pregunta: «Â¿Está usted de acuerdo con la despenalización de la interrupción voluntaria de la gestación (IVG) si es solicitada a pedido de la mujer, en las primeras diez semanas de gestación, en un establecimiento sanitario legalmente autorizado?».
Actualmente, la IVG sólo es legal en caso de violación, peligro para la vida de la madre o riesgos para su salud y de mala formación congenital del feto.
Aparte de estos casos, las mujeres que abortan son pasibles de penas de hasta tres años de cárcel.
Ya antes del inicio de la campaña, hubo carteles en la calles llamando a votar «Sí para terminar con la humillación», «Sí, por la salud, la justicia, la dignidad».
Los opositores afirman: «Â¿Rechazar la vida a un corazón que late ya? No gracias», o bien: «Â¿Contribuir con mis impuestos a financiar clínicas de aborto? No gracias».
Para los partidarios del «sí» se trata sobre todo de terminar con los abortos clandestinos -18.000 en 2005, según la Asociación para la Planificación Familiar- y con la prisión para las mujeres que recurren al mismo, en general de condición modesta. Las que tienen los medios van a España para abortar.
El primer ministro José Socrates llamó a «combatir la vergí¼enza nacional del aborto clandestino».
La IVG, dijo, debe «dejar de ser tratada por los organismos policiales y judiciales para quedar en manos desde ahora de los organismos de salud y asistencia social».
Por su parte, los partidarios del «no» afirman defender el derecho a la vida «de la concepción a la muerte».
La Conferencia Episcopal, adversaria de la despenalización, afirmó no querer inmiscuirse en la campaña sino sólo «aclarar serenamente las conciencias».
Sin embargo, obispos, religiosos u organizaciones católicas condenaron el aborto, calificándolo de «crimen abominable», «variante de la pena de muerte», «atentado contra la civilización» u «homicidio deliberado».
En el anterior referéndum, en 1998, el «no» ganó por 51%, con 68,1% de abstenciones.