Por el 20 de Octubre


Nuestras fiestas patrias, esos dí­as en que habitualmente se da feriado a los trabajadores, no dejan de ser en su mayorí­a un chiste si realmente uno se detiene a considerarlos.  Son celebraciones para la ironí­a y para (si mucho) recordarnos la utopí­a aún no cumplida.  Si no es porque esas fechas tienen un toque especial (son dedicados a la dispersión o el reposo) nadie se acordarí­a de ellos.

Eduardo Blandón

Pensemos, por ejemplo, en el dí­a del trabajo.  ¿Dí­a del trabajo?  Ya sólo decirlo pone la boca reseca.  En primer lugar, porque somos un paí­s de desempleados o a lo sumo subempleados.  Y en segundo lugar, porque las condiciones laborales son miserables: abunda la explotación, la injusticia y el desestí­mulo.  Honestamente la cosa parece una broma.  Si los empresarios y papá Estado quisieran celebrarlo de verdad, como en un cumpleaños deberí­an darnos regalos: bonos, viajes, seguros sociales o algo significativo para de verdad celebrar el dí­a y hasta esperarlo el siguiente año.

En Guatemala celebramos también «la fiesta de la Independencia».  ¿De la independencia?  Así­ como suena.  Es ridí­culo, ¿no?  Claro que lo es.  Especialmente si pensamos que dependemos mí­seramente de los paí­ses ricos.  Estados Unidos es sólo uno de ellos (aunque quizá el principal).  Celebrar la independencia es un chiste de categorí­a cósmica.  Pero ahí­ estamos año con año haciendo marchas militares y pronunciando discursos cargados de deseos.  Somos enanos soñando a ser gigantes.

Por último, celebramos también «el dí­a del Ejército».  El más grande chiste de todos.  Hacemos fiesta y piñata en memoria de una de las instituciones más desprestigiadas del paí­s.  Ahí­ tiene a muchos de sus miembros señalados de saquear bancos, asesinar Obispos y también involucrados en el lucrativo negocio del tráfico de drogas.  El Estado nos hace, con todo, paralizar el paí­s para recordar al Ejército.  Es un chiste si no para reí­r, al menos para ponernos a llorar.

Mañana tendremos otro feriado, haremos memoria de la Revolución del 44.  De todas, quizá esta fecha sea la más hermosa, noble y digna.  Son momentos para recordar eso que un dí­a se llamó «la primavera democrática».  Creo que no hay otra fecha especial como esta (al menos en el calendario profano), porque remite a las grandes utopí­as, los anhelos y las esperanzas de un pueblo que desea lo mejor para su paí­s.  Mañana sí­ vale la pena detenerse y considerar que Guatemala puede cambiar.

Frente a tanto pesimismo, mañana hagamos una excepción y reparemos que si un dí­a se vislumbró la posibilidad de una mejor nación, nosotros también podemos compartir esas ilusiones.  No basta, eso sí­, con mirar desde lejos la tierra prometida, hay que trabajar y ponerse manos a la obra, para que si nosotros no lo vemos cumplida, sean al menos nuestros hijos los que la disfruten.  ínimo.