Pónganlos a trabajar


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Constantemente, cotidianamente y mediáticamente nos inundan las noticias de los delitos cometidos por delincuentes de todo tipo, edad, condición, sexo, posición económica, etcétera y, además, nos damos cuenta de que la Policía Nacional, al menos, captura a varios delincuentes diariamente, los cuales o son dejados libres por “falta de mérito” o “son ligados a proceso” y si no se les aplica una “medida sustitutiva”, son enviados a algunas de las contadísimas cárceles que tenemos en el país.

Héctor Luna Troccoli


En esas llamadas “prisiones”, donde los reos permanecen “preventivamente” irónicamente durante varios años, hasta que se emite la condena respectiva o bien, si hay evidencias y pruebas suficientes, pues, irónicamente también, son condenados, si así lo estiman los jueces, a más de 600 años de prisión, lo que es solamente una sentencia para “impresionar” a la mara ya que la mayoría conocemos que el máximo de prisión a que puede estar sujeto un condenado es de 50 añitos nada más.

¿Y qué pasa durante esos años? Pues, los reos tienen techo seguro, comida mala pero segura. Visitas conyugales para que no se olviden del arroz con tunco y los que tienen para pagar, pues también tienen a su disposición todas las comodidades posibles, salidas “autorizadas” para dar su colazo a fin de atender sus asuntos fuera del recinto que los cobija, guardaespaldas para que sus compañeros de prisión no les causen algún daño y lo mejor de todo, los que son adictos tienen también droga segura y desde esa cárcel que les da cobijo siguen dirigiendo las estructuras criminales que por falta de “pruebas” aún permanecen en la calle, asesinando, extorsionando, traficando y cometiendo el delito que sus jefes desde prisión y con un Galaxy S4 les ordenen.

Los que entran relativamente como “principiantes” en el crimen durante su paso por la universidad de la cárcel se graduarán con honores, sin necesidad de plagiar tesis.

¿Qué se puede hacer? Pues si el gobierno tuviera tres dedos de frente empezaría por invertir en el tema más sensible del país como lo es la seguridad y para ello tomaría unas dos o tres fincas lejanas de las que ya están en poder del Estado gracias a la Ley de Extinción de dominio y allí empezaría a establecer granjas de rehabilitación con la primera enseñanza práctica: que los reos trabajen la tierra o bien en talleres establecidos dentro de la prisión para pagar con ello su techo y comida segura.

Este tipo de granjas, que existen en otros países y que se encuentran dotadas de medidas de seguridad adecuadas y alejadas de los centros urbanos más importantes, a la inversa de nosotros que tenemos nuestras cárceles más peligrosas y se encuentran en zonas residenciales de la carretera a El Salvador, a menos de 10 kilómetros de Escuintla, dentro de Mazatenango, Chimaltenango, Chiquimula, Zacapa, Santa Rosa y Petén, solo para mencionar algunas,  y que son las que debían cambiarse, y para ello bastaría una sencilla ley para facultar al Ejecutivo a través de los ministerios de Gobernación y de Comunicaciones, para construir lo que haya que hacer. Así tendríamos” extraordinarios” reos trabajadores y nosotros estaríamos más tranquilos y lo más importante, que indudablemente solo en el hecho de que los terrenos serían gratuitos, se ahorraría gran cantidad de plata, para desgracia de los corruptos que abundan hoy.

Sabemos que las carreteras, las escuelas, los hospitales y centros de salud son importantes, pero también lo es que 16 mil reos que son los que como promedio se alojan anualmente en estos lugares, se dediquen, como el CACIF, a actividades productivas y no nos estén desgraciando la vida a los guatemaltecos honrados que aún quedamos vivos. Y aunque sé que don Otto y sus funcionarios no leen La Hora, por favor que alguien le cuente esta idea  y que haya otro, con más agallas, que la lleve a cabo.

A mí y creo que a muchos otros, me cae como patada, que  el gobierno nos exija pagar impuestos y arbitrios y la SAT nos persiga y que unos cientos de millones de ese pisto se vaya para dar de comer, no a los necesitados, sino a los delincuentes más despreciables de un país que ya no sabe qué hacer para que termine la ola de criminalidad, sobre todo porque jueces sin valor para aplicar la ley, no apliquen la pena de muerte.