Poncio Pilato


Estas son las fotos de la última obra del escultor sevillano Fernando Aguado, la imagen de Poncio Pilato que se presentó el 18 de junio de 2005 en la Hermandad de San Benito, y que supone la primera de las imágenes del misterio de la Presentación de Jesús al Pueblo de la Hermandad del Ecce Homo de Aspe, en Alicante; y a la vez la primera imagen secundaria que realiza.

Eduardo Dí­az Reyna,

Universidad de San Carlos de Guatemala

En la narración evangélica de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo son varios los personajes que participan en el proceso que llevó a Jesús Nazareno al suplicio de la cruz. Indudablemente uno de los más importantes es Poncio Pilato, gobernador romano de Judea.


En la narración se cita varias veces la participación del procurador romano Poncio Pilato quien aparece de repente en el relato sin que haya un anuncio previo de su presencia, situación que hace pensar que la persona de Pilato y sus funciones eran lo suficientemente conocidas por quienes más tarde habrí­an de ser los primeros lectores de los Evangelios.

Pilato, quien fue el gobernador romano de Judea desde el año 26 hasta el 36 d.C. (Lc. 3,1), era conocido a través de autores no cristianos como Tácito, Filón y Flavio Josefo quienes apuntaron algunas particularidades de su persona y su gobierno. En este sentido, hay un juicio muy desfavorable sobre su carácter en una epí­stola de Agripa I citada por Filón. En dicha cita se habla de la dureza del gobernador romano en el momento de ejercer su poder con acciones, tales como ultrajes, violencia, ejecuciones sin juicio y crueldades sin fin. Sin embargo, otros autores piensan que Pilato no era tan cruel ni excedí­a tanto en su manera de gobernar.

La presentación que hacen de él los evangelistas es bastante sobria; por ejemplo, Marcos 15,1 y Mateo 27,2 dicen: «lo condujeron a Pilato el gobernador y se lo entregaron»; Lucas da su nombre completo, «Poncio Pilato», pero no en el relato de la Pasión sino al principio del Evangelio (3,1) y en los Hechos (4,27); el apóstol Juan lo presenta sólo por su cargo, «el Gobernador» (18,28) aunque más adelante ya da su nombre, «Pilato».

Esta es una presentación bastante frí­a para un personaje que tuvo en sus manos la vida y la muerte de Jesús, nos dice Francisco De Mier en su obra La Pasión de Cristo.

Sin embargo, el mismo De Mier indica que, por el contrario en la profesión de la fe cristiana es tan reconocido que su nombre se pronuncia incluso en el Credo.

Al parecer Pilato se llamaba Pontius Pilatus, es decir, que Poncio era su nombre propio y que Pilato correspondí­a al apellido o nombre adjunto. A Pilato se le atribuyen diversos orí­genes, según se le haga descender «de Piletatus» que deriva del pileum, solideo rojo propio de los esclavos liberados, lo que supondrí­a que Pilato era uno de esos liberados. También pudo haber sido hijo de algún oficial romano condecorado con esa insignia, pero la realidad es que hay muchas hipótesis sobre su ascendencia.

Pilato entró en conflicto con los judí­os por su falta de tacto: heridos en sus sentimientos religiosos referente a las imágenes se opusieron a la admisión en Jerusalén de soldados romanos con sus banderas ornadas con el retrato del emperador y también a la colocación de escudos votivos, con el nombre del emperador romano en el palacio de Herodes. En ambos casos los judí­os obtuvieron la anulación de la presencia de imágenes y de banderas.

En el Nuevo Testamento Pilato tiene la función de juez en la Pasión y los Evangelios narran el interrogatorio de Jesús ? lo extraño es que aunque estaba convencido de la inocencia de Jesús, lo dejó crucificar. Sin embargo, Pilato advertido por su mujer llamada Procla o Claudia Prócula tuvo preocupación acerca de lo que los judí­os pedí­an para Jesús; no obstante, lo dejó crucificar, pero se sustrajo a su responsabilidad lavándose las manos y declarando que «era inocente de la sangre de este justo». En literatura posterior se encuentran toda clase de escritos legendarios sobre Pilato. Justino, el mártir, Tertuliano y Eusebio mencionan un informe administrativo redactado por Pilato y enviado al emperador Tiberio. Lo cierto del caso es que Pilato fue decisivo en el proceso de Jesús.

Según el autor De Mier, la relativa bondad con que le tratan los evangelistas es tal vez un recurso para acentuar la responsabilidad de los judí­os en la condena de Jesús. Algunos sectores de la iglesia de los primeros siglos lo trataron mejor y así­ la iglesia copta lo declaró santo con fiesta el 25 de junio. Tertuliano habí­a dicho que Pilato fue «cristiano en secreto»; también ha sido santificada su esposa Prócula por la iglesia ortodoxa. El evangelio de Gamaliel, descubierto hacia los sesenta del siglo pasado, concluye así­: «Pilato estaba en su huerto y hablaba de los milagros de Jesús con su esposa Prócula, cuando se oyó en el cielo una voz que salí­a de una nube y que dijo: Pilato, ¿reconoces las almas de los que están subiendo al paraí­so en esta nube? Son el buen ladrón y el centurión. A ti también te llegará la hora, y morirás decapitado en Roma, y tu alma subirá a la Jerusalén celestial en compañí­a de tu esposa».

Dice el padre De Mier que en cuanto a su final poco se puede decir, aunque existen diversos testimonios, algunos claramente legendarios:

– que se dio muerte a sí­ mismo; lo afirma una fuente citada por Eusebio, que toma la noticia de historiadores griegos, y se puede también deducir del hecho «de haberle incluido Filón entre los Perseguidores de los Judí­os; pues Filón trata en dicha obra solamente de aquellos perseguidores que fueron castigados por Dios con muerte violenta»;

– que fue desterrado a Vienne, en las Galias;

– que fue juzgado y ejecutado por Calí­gula, sucesor de Tiberio, haciéndolo asfixiar con una almohada;

– que se suicidó en el exilio (¿en Galia, Vienne, Helvecia?);

– que abrazó la fe cristiana por mediación de su mujer?

En cuanto al cargo propiamente dicho, Pilato desempeñaba el de procurador de la provincia de Judea bajo el legatus imperial pretores Siriae y, como quedó apuntado, lo ejerció desde el año 25/26 d.C. al 36 siendo el sexto procurador de Judea. Pilato llegó al cargo en el año tercero del reinado de Tiberio, sucediendo a Valerio Grato, y llevaba nueve años gobernando Judea pues de acuerdo a las polí­ticas de Tiberio los gobernadores debí­an permanecer bastante tiempo en cada lugar. Historiadores apuntan que quizá por aquellos dí­as habí­a empezado a caer en desgracia Sejano, su poderoso protector en Roma, por lo que Pilato se sentí­a inseguro y trataba de evitar cualquier acusación que lo desestabilizara. Su cargo implicaba el mando militar, la administración de las finanzas y la inspección de los asuntos judiciales. Pilato residí­a en Cesárea Marí­tima, que era la capital romana de la provincia de Judea. Quizá la presentación más negativa de Pilato es cuando el rey Herodes Agripa I en carta al emperador Calí­gula en el año 40 informa que bajo el régimen de Pilato en Judea imperaban «venalidad, actos de violencia, rapiñas, atropellos, humillaciones, continuas ejecuciones sin juicio e insoportable e ilimitada crueldad». Sin embargo, si se tiene en cuenta que Agripa aspiraba al trono de Judea, se puede tener la sospecha que su informe era parcial y exagerado.

Con los judí­os Pilato fue duro y no supo orientar una serie de conflictos que provocaron quejas ante la autoridad romana; sin embargo, mantuvo cierta complicidad con los grupos sacerdotales del templo.

Finalmente apuntamos que en los Evangelios Apócrifos, especialmente en los Apócrifos de la Pasión y Resurrección, se encuentra ?después del Evangelio de Pedro? el denominado Ciclo de Pilato y según el autor de los Apócrifos, bajo este tí­tulo se incluye la literatura relativa a la pasión, resurrección y bajada a los infiernos, en que el nombre del procurador romano Poncio Pilato ocupa un lugar destacado.

Como se apunta en estos documentos y lo destaca el autor Santos Otero, ya en el Evangelio de Pedro se acusaba una tendencia a aminorar la responsabilidad de Pilato en lo tocante a la condena de Cristo, haciendo recaer la culpa sobre Herodes y los judí­os. En estos Evangelios Apócrifos favorables a Pilato, y que son de origen oriental, se le llega a presentar hasta como un verdadero mártir; estas consideraciones son contrarias a las narraciones occidentales que lo presentan como una figura despreciable y pusilánime.

En las narraciones apócrifas se presenta a Pilato no como un mero representante de la justicia romana sino más bien como un testigo autorizado de los hechos portentosos del origen divino del cristianismo.

Pilato está en las narraciones evangélicas, en la historia sagrada, en los Evangelios Apócrifos y en la historia de Roma, y los puntos de vista acerca de este personaje son variados. Pero debe apuntarse que es universalmente conocido.

Bibliografí­a:

– Enciclopedia de la Biblia, Afrodisio Aguado, S.A., Madrid, España, 1968

– Sobre la Pasión de Cristo, Francisco De Mier, BAC, Madrid, España, 2005

– Sagrada Biblia, Nacar-Colunga, BAC, Madrid, España, 1960

– Los Evangelios Apócrifos, Aurelio Santos Otero, BAC, Madrid, España, 1985