Poncho Bauer Paiz sigue arando en el mar


Alguna vez comenté que Alfonso Bauer Paiz fue mi maestro en la universidad poco antes de que atentaran contra su vida en tiempos de Arana Osorio, hecho del que se salvó milagrosamente y por el cual tuvo que vivir, otra vez, un prolongado exilio. No obstante que tuvo sus diferencias con Clemente Marroquí­n Rojas cuando fue ministro de Economí­a y Trabajo en tiempos de Arévalo y Poncho era su viceministro, siempre noté en él mucho respeto a la figura de mi abuelo y, sobre todas las cosas, pude aquilatar su profunda y enorme honestidad, tanto en el plano ideológico como en todos los órdenes de la vida.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Cuando volvió a Guatemala, luego de un trabajo muy intenso con los refugiados que tuvieron que salir huyendo de la represión, Poncho visitó La Hora por su estrecha amistad con mi padre y volvimos a tener oportunidad de relacionarnos reviviendo una amistad entre el maestro y el alumno que guarda aprecio y admiración por una persona que ha dedicado su vida a vivir de acuerdo a sus creencias y con total coherencia en toda tarea que emprende. Recientemente Poncho preparó un proyecto de ley sobre la minerí­a que pretende subsanar los muchos y gruesos errores de la legislación actual que prácticamente regala los recursos naturales sin el menor respeto ni por el ambiente ni por los derechos de las comunidades. Sin embargo, resulta que ese proyecto tendrí­a que convertirse en iniciativa y Alfonso Bauer Paiz no tiene facultades para elevarlo a esa categorí­a y de esa cuenta espera que algún diputado pueda tomar en cuenta su trabajo y someterlo a consideración de la comisión respectiva y luego del pleno. También podrí­a ser que la Universidad de San Carlos de Guatemala, que si tiene iniciativa de Ley, conozca el trabajo de Alfonso y lo pueda discutir con el autor para alcanzar acuerdos que permitan la implementación de una normativa más patriótica que rompa con el entreguismo de una ley como la que está en vigor en nuestro paí­s y que es en realidad motivo de vergí¼enza. Poncho ha dedicado su vida a la defensa de los intereses nacionales y del patrimonio del paí­s; siento que en eso tiene mucho parecido con lo que hizo mi abuelo en cuestiones tan puntuales como el Lago de Gí¼ija y el Rí­o Usumacinta, recursos que de no haber sido por la lucha de Marroquí­n Rojas, se hubieran perdido lastimosamente por esa tendencia al entreguismo que es tan propia de los polí­ticos guatemaltecos. He leí­do el proyecto de ley elaborado por Alfonso y creo que es un excelente trabajo para iniciar una amplia discusión entre los distintos sectores del paí­s para implementar una normativa moderna en materia de minerí­a que ponga fin a ese regalo que hacemos de los recursos, pero que, además, se ocupe en serio de las cuestiones ambientales y del derecho de las comunidades para decidir de conformidad con los convenios y tratados internacionales. Pero, como le ha ocurrido a lo largo de su vida, Poncho se enfrenta con poderosos intereses que no están dispuestos a ceder sus privilegios así­ porque sí­. Más que luchar contra molinos de viento, la pelea de Bauer Paiz recuerda la lapidaria frase de Bolí­var, en el sentido de que su esfuerzo vitar terminó siendo como arar en el mar, porque la indiferencia de los que tienen capacidad y poder para influir en cuestiones fundamentales condena ideas y posturas brillantes y patrióticas a morir en el cajón de los recuerdos.