Política salpica final de Copa del Rey


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Hasta que el balón empiece a rodar mañana en la final de Copa del Rey entre Athletic de Bilbao y Barcelona, el fútbol será un mero actor secundario.

Por JORGE SAINZ MADRID / Agencia AP

Una mezcla entre polémicas protestas contra símbolos nacionales y viejas reivindicaciones ha empañado la previa al partido, que disputan en Madrid los equipos más representativos del País Vasco y Cataluña, dos regiones en las que el sentimiento nacionalista de pertenencia a un territorio independiente de España está más arraigado.

«La mezcla entre fútbol y política es inevitable», dijo Javier del Rey, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid. «El fútbol tiene una dimensión política, porque aglutina emociones colectivas e identidades».

Nada mueve más a los españoles que el fútbol. Y la Copa es un escaparate mediático de repercusión mundial.

La actual polémica se remonta a 2009, cuando una final de Copa entre los mismos protagonistas se vio afectada por una monumental silbatina de las aficiones al himno nacional y al rey Juan Carlos de Borbón cuando hacía su entrada en el palco de autoridades, que fue sorpresivamente censurada por la cadena pública Televisión Española (TVE).

Tres años después, España sigue sumida en una grave crisis económica y la popularidad de instituciones como la monarquía está en picada tras conocerse episodios como el accidente del rey mientras cazaba elefantes en África.

En ese caldo de cultivo, Esperanza Aguirre, destacada dirigente del gobernante Partido Popular y presidenta regional de Madrid, sugirió el martes que la final debería suspenderse inmediatamente si seguidores vascos y catalanes repetían una protesta similar contra el himno o la familia real, que en esta ocasión estará representada por el príncipe de Asturias, Felipe de Borbón.

Las palabras de Aguirre provocaron una catarata de reacciones. Por un lado, se descartó una eventual suspensión del partido y, por otro, la mayoría de los líderes políticos, incluso de su propio partido, apelaron a la libertad de expresión de la ciudadanía.

Hasta tal punto llegó el debate, que las autoridades hicieron saber que el himno que sonará en el estadio Vicente Calderón, escenario de la final, será una versión abreviada de apenas 27 segundos, en lugar de los 52 que hubiera exigido el protocolo monárquico si Juan Carlos, todavía convaleciente de su operación en la cadera, estuviera presente.

En una última vuelta de tuerca, la justicia autorizó una marcha ultra derechista —inicialmente prohibida— en defensa de la unidad de España, que tendrá lugar el mismo viernes en Madrid, con la capital ibérica tomada por seguidores de Barcelona y Bilbao.

«Las protestas, guste o no, son legítimas», afirmó Del Rey. «No hay que darle más importancia. Si se concede esa importancia, convertimos en categoría lo que es simplemente una anécdota».

«Esas pitadas no representan ni al conjunto de Cataluña ni al del País Vasco. A veces se confunde la parte por el todo y así es cómo se envenenan las relaciones», agregó.

El gobierno anunció el despliegue de 2.300 agentes para velar por la seguridad en el Vicente Calderón y los puntos de reunión de las respectivas hinchadas en la ciudad.

Preguntados acerca de las protestas, los jugadores de Bilbao y Barsa quisieron recordar que la Copa es sólo un partido de fútbol.

«Es fútbol. No hay más», dijo el central del Barcelona Gerard Piqué. «Lo que queremos es centrarnos en el partido. Los aficionados son libres de expresar lo que quieran. En el país hay cosas mucho más importantes».