Hace unos meses escribí un artículo titulado: Las candidaturas de mujeres, ¿un show político? En dicho artículo hacía un análisis del aumento de las candidaturas de mujeres en los binomios presidenciales y me cuestionaba si esto significaba verdaderamente una evolución de la mentalidad machista de los partidos políticos o si asistíamos a un show político acorde a la coyuntura.
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En el transcurso de la campaña electoral y cuando se fueron dando a conocer los nombres de las candidatas a diputadas y a corporaciones municipales se fue haciendo cada vez más evidente que todo era un show político a nivel de los binomios presidenciales. Los listados de candidaturas a diputaciones distritales y por lista nacional y de las corporaciones municipales apenas tuvieron mujeres en puestos elegibles, y las pocas que fueron candidatas se encontraban en lugares de la lista con pocas o nulas posibilidades reales de resultar electas.
¿Por qué entonces los binomios contaban casi todos con una mujer y los listados con muy pocas? Pues porque los partidos siguen siendo instituciones retrógradas, machistas y poco democráticas. Tradicionalmente, las mujeres han estado excluidas de las esferas del poder y la toma de decisiones, al considerarse el ámbito de lo público como propio de los hombres. A pesar de que las mujeres se han integrado a la política, aún no han logrado compartir el poder, que es el privilegio masculino. Se mantiene vigente en los partidos una cultura política y códigos de conducta patriarcal que discriminan a las mujeres.
La política sigue siendo un ámbito puramente masculino y la inclusión de mujeres en los binomios presidenciales fue puramente coyuntural resultado de la candidatura de Sandra Torres. Y sí, nos guste o no nos guste, la precandidatura de Sandra Torres obligó a los partidos a incorporar a una mujer a sus binomios.
Los resultados del pasado 11 de septiembre evidencian que las mujeres estamos subrepresentadas, o para decirlo de otra manera, estamos representadas por hombres. Nuevamente de 158 diputados, únicamente 19, es decir el 12% del total, son mujeres. En una sociedad donde el 51% de la población es de sexo femenino.
Para el 2015, el Estado de Guatemala tendrá que presentar cuentas de los Objetivos del Milenio, donde justamente el objetivo 3 plantea el empoderamiento de las mujeres y la paridad en el parlamento. Después de los resultados electorales todavía nos encontramos a 38% de alcanzar la paridad y claro está que Guatemala saldrá pésimamente calificada en esta materia ya que de aquí al 2015 ya no habrá otras elecciones y seguiremos con el 12% actual.
Los partidos políticos son los principales responsables de esta situación antidemocrática de inequidad y poca representatividad de la mitad de la población. El elevado número de candidatas mujeres no fue más que un show, una estrategia electoral sin verdaderos cambios estructurales en términos de democracia e inclusión a lo interno de los partidos políticos. Pero también las y los ciudadanos somos responsables de nuestro voto y nuestro apoyo a prácticas machistas y antidemocráticas. Las acciones afirmativas son hoy más que nunca una prioridad.