Polí­tica ficción


Desde el alarde de ílvaro Arzú de regresar a las lides de la polí­tica, (como si se hubiera ido) diversos columnistas y analistas se han dado a la tarea de desarrollar sus mejores dotes para imaginar los escenarios polí­ticos venideros, ahora que se ha dado ya la salida en falso de la contienda electoral. Antes del deseo de fin de año de Arzú, varios de los análisis en la opinión pública giraban en torno a la posibilidad o los obstáculos de diverso tipo, sobre la posible candidatura de Sandra Torres, con el implí­cito prejuicio de género y de clase; destacan las reactivas opiniones de una de las directoras de elPeriódico, Sylvia Gereda y su pulso estéril con el Presidente porque éste viajó en un asiento más caro en una visita a Japón. La derecha y sus operadores se han dedicado a la polí­tica ficción como es usual porque es parte de sus métodos, la desinformación, si bien algunos lo hacen por aspiración hay otros que opinan por conspiración. Y de ahí­ todas las bolitas echadas a rodar que si Eduardo Stein va en fórmula con Nineth Montenegro, que si la UNE tiene como gallo tapado la alianza con Lí­der cuando finalmente alcance ficha, que si se lanza Sandra, el Patriota pone en juego a Roxana, que si se lanza Zury partirá el pastel, etc., etc., toda una serie de fantasí­as animadas de ayer y hoy que sólo dispersan la opinión, no forman criterio y no se atreven al análisis de los verdaderos fracasos de la derecha y a hacer frente a los desafí­os que tenemos como colectivo social.

Julio Donis

A contrapunto, avanzo una lectura diferente de comprender los comportamientos en los sectores de poder de este paí­s, no sólo polí­tico sino financiero. Esta opinión destaca en esencia la contradicción que sufre la derecha por la hipocresí­a y la doble moral de la oligarquí­a. La CICIG con sus investigaciones ha descubierto esa contradicción que avizora de una dimensión descomunal; asoman apenas la punta de un iceberg de culpas y complicidades que relacionan a la derecha con los grandes negocios del narcotráfico y el delito organizado; peor aún, la responsabilidad en crí­menes de «limpieza social» de varios de los funcionarios del Gobierno de Berger, retumba como el magma de un volcán que no aguanta más a explotar y cuando lo haga no quedara árbol en pie. La defensa oficiosa de sus cámaras no puede defender lo indefendible, apelar a que A. Giammattei o C. Vielmann eran hombres casados y padres de familia sólo da pena, puesto de esa manera también Hermann Goerin y Rudolf Hess acusados en Nuremberg, eran buenos padres de familia…

La gran impostura de la oligarquí­a ha sido la fórmula a ultranza de la libertad, el resguardo del valor de la propiedad privada, evasión fiscal, un Estado mí­nimo, y la supuesta prosperidad derramada en todos a partir de la riqueza de un grupo de empresarios. La clase media fue adoptando y autoalienándose con esos valores desde la lógica aspiracional, y hoy se han convertido en la base organizacional de la derecha, sobre todo la del área urbana metropolitana. Una grieta está empezando a rajar la estructura polí­tica y moral de la derecha oligarca y cuando eso suceda, debido será retomar el camino truncado de la revolución y quizá la medianí­a recobre el progresismo que le caracterizó en los cuarentas y las masas de pobres recobren dignidad.

Para terminar, en los enfoques reduccionistas de polí­tica y ficción que se recrean en los medios, la indefinición de precandidatos en la derecha responde a la contradicción señalada que a los caprichos del Alcalde de la ciudad capital, tienen que ver con un cuestionamiento de fondo y no con los distractores que la derecha suele echar a rodar.