Hace más o menos un cuarto de siglo, un guatemalteco tuvo el honor de ser invitado a la Escuela Superior de Guerra de los Estados Unidos para hablar sobre las posibles causas de la desestabilización que sufrían los gobiernos latinoamericanos para ese entonces. A dicha escuela asisten como alumnos, personas que están siendo preparadas para ocupar altos cargos dentro del Gobierno de ese país, entre los que se incluyen, personal del Departamento de Estado, algunas de agencias de seguridad, así como los candidatos a General en las Fuerzas Armadas. Como instructores invitados, concurren personalidades a nivel mundial en temas de diferente naturaleza, especialmente escogen a personas que tienen doctorados o posdoctorados sobre los temas a tratar, con la idea de formar criterios de análisis a los estudiantes, de acuerdo a las diferentes maneras de enfocar los mismos problemas.
La importancia que tuvo esta plática, es que ya varias personalidades latinoamericanas habían ya desarrollado ese mismo tema, en esa misma escuela, a esa misma audiencia, ya que según se me explicó, era para darle todos los posibles enfoques y enfocar desde diferentes ángulos un mismo problema, para encontrar la mejor solución posible. Lo que parece curioso, es que el nuevo invitado no ostentaba cartones, ni a nivel licenciatura lo que para muchos puede hacer no creíble tal invitación.
Para que se vean las casualidades, les diré que uno a veces está en el momento preciso en el lugar equivocado, pues durante toda mi vida tuve pánico enfrentar una audiencia en una simple celebración, no digamos un tema tan delicado, ante un auditorio tan selecto y en idioma inglés. Hago esta breve exposición para demostrar que uno a veces no debe de hablar, especialmente cuando el tema es tan delicado y los interlocutores son personas con mucho más conocimiento que uno o por lo menos más estudiados. Sin
querer y para llevar la contra a los que están en contra, cuando se tocó el tema de la desestabilización de los pueblos latinoamericanos, todos concluyeron en lo mismo, salud, vivienda y educación, pero Guillermo Castañeda Lee mostró su desacuerdo, diciendo que los principales problemas eran «no seguir las reglas de la
ley, el abuso de poder y la corrupción». Cuando se cambió de tema, un señor que le decían Señor Embajador como título, me llamó aparte y me preguntó si yo era capaz de sostener en una plática no diplomática, y con una audiencia inquisitiva todo lo que había dicho, a lo que respondí que sí, qué otra. Para no hacer muy larga la exposición, les diré que todos los conferenciantes por unanimidad habían concluido que los principales problemas causantes de la desestabilización en Latinoamérica, eran los que se encuentran en cualquier manual, en cualquier charla política, etc., en cambio yo coloqué entre los principales problemas desestabilizadores, a que «no nos regimos por las reglas de la ley, el abuso de poder y la corrupción», tal como lo había sostenido en la reunión social. Después de 4 horas de exposición y de preguntas y respuestas, la Escuela a través de un alumno me agradeció, exponiéndome que ese nuevo enfoque que yo había dado sobre las causas de la desestabilización de los países latinoamericanos, los había desestabilizado a ellos, ya que era la primera vez que alguien les decía que había otras causas diferentes a las ya conocidas, que tenían mayor incidencia en la desestabilización.
Ojalá que sin querer haya contribuido a la nueva política exterior contra la corrupción y a la impunidad que han emprendido los Estados Unidos.