Durante muchos años los exportadores realizaron todo tipo de gestiones para lograr una apreciación del dólar que les trajera beneficios y siempre se toparon con una cruda realidad. El ingreso de divisas ha sido consistentemente alto y supera la demanda, por lo que en el juego del libre mercado era natural que existiera alguna tendencia a la baja que siempre fue contenida por el Banco de Guatemala como extrema concesión a los exportadores.
Sin embargo, la actual Junta Monetaria cedió a las presiones de los exportadores y modificó las reglas que la autoridad monetaria había establecido para determinar cuándo tenía que intervenir para corregir las distorsiones provocadas por especulación en el tipo de cambio. Y bajo la dirección de la licenciada De Bonilla se impulsó una nueva forma de intervención que consiste en no intervenir y dejar que los especuladores hagan lo que les viene en gana sin que la autoridad monetaria funcione como tal.
No existe ninguna razón económica para que el dólar, que hace un año se cotizaba a 7.40 con relación al quetzal, ahora esté arriba de 8.20, lo que significa que para todo producto importado los guatemaltecos tenemos que pagar hoy ochenta centavos más que antes simplemente por el diferencial del tipo de cambio, sin tomar en cuenta otras variables.
La existencia de maniobras especulativas que distorsionan el tipo de cambio son tan evidentes que la misma Junta Monetaria tiene que establecer normas para determinar en qué condiciones el Banco de Guatemala debe intervenir para corregir los desajustes causados por ese tipo de acciones que buscan lucro para determinados sectores que tienen poder de manipular a su sabor y antojo el tipo de cambio. Pero en medio de un mundo en el que cada vez se hace más importante y evidente la necesidad de regulaciones del Estado para corregir desmanes del mal llamado libre mercado que se convirtió en libertinaje de la voracidad, la Junta Monetaria de Guatemala va contra la corriente y relaja los mecanismos de control que existían, haciendo que la intervención en el mercado se produzca mal, tarde y nunca.
La sensatez en todo el mundo ha obligado a recuperar mecanismos de control para contener la voracidad. Guatemala, especialmente sus autoridades monetarias, van para atrás, eliminando controles para alentar la voracidad y eso es inaudito y terriblemente dañino para el país que tiene que soportar una política que no se puede entender sino mediante el deseo de complacer a un sector en particular, los exportadores, quienes en el pasado no vacilaron en insinuar que pagarían el favor si les ayudaban con devaluar nuestra moneda, extremo que sin duda se concretó ya.