Policía islámica azota a mujer por adulterio


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Una mujer de 24 años, sorprendida por la Policía islámica en una relación con un hombre casado, fue azotada públicamente en su ciudad natal de Timbuctú, en Malí. Para los extremistas islámicos, su romance era «haram»: prohibido.

Por RUKMINI CALLIMACHI TIMBUCTÚ / Agencia AP

El adulterio casi termina con la muerte de ella y su amante. En una serie de entrevistas durante tres días con periodistas de The Associated Press, Salaka Djicke narró el horror que tuvo que soportar durante los diez meses de un gobierno de extremistas islámicos en el norte de Malí.

Estos milicianos vinculados con Al Qaeda tenían aterrorizada a la población, azotando a mujeres y niñas casi todos los días por no adherirse a su interpretación del estricto código moral conocido como la sharia, basado en el Corán. Antes de ser expulsados la semana pasada por las tropas francesas, los extremistas aplicaron una interpretación dura de la sharia en la región, de musulmanes moderados.

El relato de amor en esta mítica parte del desierto comenzó con una llamada telefónica, cuando él marcó el número equivocado.

Hasta que los islamistas llegaron y volcaron su mundo, Djicke tenía una vida relativamente libre. Al igual que sus hermanas y amigas, hablaba abiertamente con los hombres, incluso con el extraño que le llamó por error, más de un año atrás.

El hombre estaba tratando de llamar a su primo. Cuando oyó la voz de Salaka, él se disculpó. Unos días más tarde, él le volvió a llamar. Durante dos semanas, hablaron casi todos los días, hasta que él le pidió que le dijera cómo llegar a su casa.

Para el 1 de abril, cuando pasó frente a la casa de ella el primer grupo de combatientes rebeldes que llevaba la bandera del Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad, los dos ya tenían varios meses viéndose. Él le llamó para ver si estaba bien.

Unos días más tarde, llegó otro grupo de combatientes. Usaban barba y vestían túnicas que los hacían parecer como los kurtas de Pakistán y Afganistán. Su bandera negra se parecía a la que alguien había visto en los videos subidos en YouTube por Al Qaeda en el Magreb Islámico. Se hacían llamar Ansar Dine: «Los defensores de la fe».

El amorío de la pareja se hizo más intenso, igual que la represión de los islamistas en el norte de Malí, un área que casi es del mismo tamaño de Afganistán.

Tres meses después de su llegada, los extremistas arrestaron a un hombre y una mujer analfabetos, ambos pastores pobres que vivían juntos desde hace años con sus animales fuera de la ciudad de Aguelhok. El hombre había dejado a su esposa para reunirse con ella, su amor adolescente, con quien tuvo dos hijos fuera del matrimonio: el más joven de apenas seis meses de edad.

En la última semana de julio, los islamistas se apoderaron de su campamento nómada y los detuvieron. Los llevaron al centro de la ciudad y anunciaron que serían apedreados hasta morir, por adulterio.

Cavaron un agujero del tamaño de un hombre y los obligaron a arrodillarse en el interior. Hicieron que los aldeanos se acercaran para que vieran lo que era la sharia.

Luego tiraron la primera piedra.

La pareja murió lapidada.

Ahora se palpaba el miedo en las calles de Timbuctú.

Ellos comenzaron entonces a verse sólo una vez a la semana.

Para entonces, los extremistas golpeaban a todo tipo de mujeres por no cubrirse totalmente, desde madres embarazadas hasta abuelas y niñas. Una mujer ya no debía hablar ni siquiera con su propio hermano frente a su casa.

En la noche del 31 de diciembre, la pareja salió de la casa de Salaka, hacia el oeste. Aunque trataron de burlar a los policías, con ella a pie y él en una motocicleta, les aparecieron varios hombres barbudos. Eran cuatro. El amante huyó en su motocicleta. Por ser casado, él habría pagado el castigo más fuerte.

Los hombres se la llevaron al cuartel de la Policía islámica.

Durante las siguientes tres noches, ella durmió sola en un piso duro de una habitación grande de cemento.

El 3 de enero fue presentada ante un tribunal islámico. Justo ocho días antes de que el presidente francés, Francois Hollande, aprobara una intervención militar en Malí el 11 de enero, Salaka fue declarada culpable de tener una relación extramarital y condenada a recibir 95 latigazos. Era un castigo severo, incluso para los estándares de los islamistas.

La Policía hizo que ella se arrodillara en una plazoleta.

El ejecutor dijo en voz alta el delito de Salaka y cuál sería su castigo. Un vendedor de carne del mercado local usó su teléfono para videograbar lo que estaba por comenzar. Entonces el ejecutor comenzó a flagelarla con una rama. El dolor hacía que ella se retorciera y soltara gritos agudos. En la grabación se pueden oír los latigazos. Se puede escuchar cómo respira con dificultad.

Ella podía sentir cómo corría la sangre.

Cuando todo terminó, le dijeron que si la volvían a ver con un hombre, la matarían.

Su amante le llamó tan pronto como ella llegó a casa. La noche en que ella fue detenida, él huyó a la distante capital de Malí, sumándose a las 385.000 personas que han dejado sus hogares en el norte.

Él le repitió «lo siento» una y otra vez. Le prometió casarse con ella, pero aún no ha regresado. Ella no quiere revelar el nombre de él, por temor de que los extremistas islámicos regresen.

«Este era un régimen tiránico que no tenía misericordia hacia las mujeres», dice Salaka. «No soy la única que ha pasado por esto. Hice esto sólo porque estaba enamorada».

La semana pasada, Salaka fue una de las miles de personas que salieron a las calles para vitorear a los soldados franceses luego de que liberaron la ciudad.

En la noche del 31 de diciembre, la pareja salió de la casa de Salaka, hacia el oeste. Aunque trataron de burlar a los policías, con ella a pie y él en una motocicleta, les aparecieron varios hombres barbudos. Eran cuatro. El amante huyó en su motocicleta. Por ser casado, él habría pagado el castigo más fuerte.