Mientras los científicos advierten de la necesidad de incrementar la producción de alimentos en el mundo, inclusive a través de transgénicos, en México, la cuna del maíz, se ha desatado una polémica por el cultivo de variedades de este grano genéticamente modificadas.
La manipulación genética del maíz, sagrado en la cosmogonía azteca al ser visto como el origen del hombre y base de la alimentación de los mexicanos, es un tema muy delicado en este país, donde se tienen registradas más de 50 especies endémicas del grano, incluidas roja y azul.
En días pasados, el gobierno mexicano autorizó los 22 primeros permisos para que firmas como Monsanto, Dow AgroSciences y Pioneer realicen pruebas experimentales de maíz transgénico en granjas del norte y oeste de México.
Los críticos de los transgénicos temen que la amplia variedad de maíz mexicano se vea reducida a unos cuantos y resistentes granos genéticamente modificados, lo que además de amenazar las especies endémicas pondría en riesgo la subsistencia de cientos de miles de campesinos.
México es el primer productor mundial de maíz blanco, utilizado para elaborar las famosas tortillas, pero las importaciones de grano amarillo de Estados Unidos, destinado principalmente como alimento de ganado, se han multiplicado.
Las autorizaciones para el cultivo experimental de maíz transgénico son presentadas por el gobierno como un esfuerzo para que México recupere su autosuficiencia alimentaria y así mantener los precios bajos.
El precio del maíz se duplicó en 2007, lo que provocó numerosas protestas ante los incrementos al kilo de tortillas, presente en todas las comidas de los hogares mexicanos.
«Ningún país debe de ser dependiente de su alimentación de otros países. Esta biodiversidad que tenemos en el maíz se puede aprovechar y parte del aprovechamiento también puede ser a través de esta tecnología», dijo Ariel ílvarez, titular de la gubernamental Comisión de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem).
Estados Unidos, China e India cultivan transgénicos, en Europa seis países los han prohibido y los detractores señalan que estos organismos, que también incluyen soya y algodón, representan una amenaza a la salud y al medio ambiente.
La organización ecologista Greenpeace mantiene una campaña para proteger el maíz mexicano luego de que en la década de los 90 se localizaron restos de granos transgénicos en variedades endémicas pese a que en la época había una moratoria a los cultivos.
Las autorizaciones de cultivo experimental se realizarán en 10 hectáreas de estados fronterizos del norte, en distritos del oeste y en Sinaloa, y si bien el Gobierno asegura que se han adoptado medidas para evitar que contaminen plantíos endémicos, Greenpeace advierte que están en riesgo 31 variedades.
«La intención final no es experimentar. La intención es abrir la puerta para este tipo de siembras que únicamente van a beneficiar a las empresas», dijo a la AFP Aleira Lara, activista de Greenpeace.
En Texcoco, localidad ubicada en el límite norte de la Ciudad de México, un enorme banco de maíz alberga a temperatura helada gran parte del tesoro mexicano, compuesto de granos de distintos colores, formas y tamaños, para sumar más de 27.000 muestras de todo el continente americano.
«Es una bodega de potenciales genes para futuros cultivos y así enfrentar los problemas que se presenten. Por ejemplo, para enfrentar el cambio climático», dice el experto en maíz Kevin Pixley, del Centro Internacional de Mejora de Maíz y Trigo (CIMMYT), administradora del banco.
Los expertos del CIMMYT también asesoran sobre técnicas de cultivo para enfrentar problemas como la severa sequía que se presentó este verano boreal.
«Si el mantener la diversidad en un campo significa que persiste la pobreza de campesinos que cultivan variedades muy inferiores, creo que sí es un asunto muy cuestionable», comentó Pixley.