Poesí­a y Filosofí­a como búsqueda del Ser


Heidegger afirmaba que el lenguaje es la casa del Ser. Habí­a leí­do a los grandes poetas en lengua alemana y por eso conocí­a bien la esencia de la poesí­a y el papel que ésta jugaba en la aprehensión del Ser. El lenguaje poético, de alguna manera, capta el Ser de la realidad. En este sentido, se establece una relación fructí­fera entre poesí­a y filosofí­a. Ambas se articulan e interrelacionan, posibilitando el acercamiento del hombre a la esencia de la realidad en tanto que persiguen captar su estructura más í­ntima.

Harold Soberanis
Licenciado y catedrático en Filosofí­a

Sin embargo, aunque poesí­a y filosofí­a persigan el mismo fin, lo hacen recorriendo senderos distintos. Para aquélla, el camino ideal será el de la subjetividad expresada en los sentimientos, deseos y temores más í­ntimos, es decir, será el camino de lo irracional, pues sentimientos, deseos y temores no pertenecen a la esfera de la Razón.

Para la filosofí­a, por el contrario, la ví­a perfecta será la de la Razón que se puede simbolizar en la exigencia de claridad y distinción cartesianos y que, apoyándose en sus propias estructuras lógicas, recorre el camino totalmente opuesto de la primera.

La poesí­a prefiere dejar escapar los instintos y demonios que llevamos dentro, en la creencia de que ellos expresan lo que verdaderamente somos, sentimos o pensamos. En este sentido, el psicoanálisis con su insistencia en que muchos de nuestros actos son producto del inconsciente, de lo irracional, le dará la razón y le servirá de base firme. De ahí­ que muchas corrientes artí­sticas de vanguardia, apoyándose en esta premisa, creen modos nuevos de entender y hacer arte, muchos de ellos de difí­cil interpretación, acostumbrados como estamos a aceptar como bello o agradable aquello que nos es fácilmente perceptible o entendible con categorí­as racionales. Estas corrientes de vanguardia descansarán, pues, en el lado oscuro, difuso del ser humano.

Ahora bien, aunque filosofí­a y poesí­a partan de puntos diferentes y tomen caminos distintos buscan, como ya dijimos más arriba, el mismo fin: la aprehensión del Ser. En este sentido, ambas son válidas y nos pueden aportar dimensiones y matices de la realidad que, si bien desde su propia esfera son diferentes, desde una perspectiva más general y abarcadora pueden complementarse hasta proporcionarnos un panorama más comprensible de dicha realidad.

Que la poesí­a nos acerca al Ser es una percatación inmediata, una intuición bergsoniana, que se nos revela cuando leemos algunos poemas, ya sean de autores clásicos o contemporáneos. Aunque no seamos totalmente conscientes de ello, al leer algunos versos sentimos la presencia de una realidad que no es fácilmente expresable en palabras. En nuestra mente queda rondando una idea que somos incapaces de traducir en expresiones lógicas pero que nos cuestiona y nos lleva, poco a poco, a una reflexión más profunda. Algo de nuestra interioridad se sacude dentro de nosotros, tambaleamos, dudamos, creemos estar soñando una pesadilla. Pero lo único que ha pasado es que se nos ha revelado una verdad que no sabí­amos. Después de ello ya no somos los mismos.

La filosofí­a produce en nosotros el mismo efecto, pero lo hace desde la racionalidad, desde la concatenación lógica de los hechos y las palabras. También ésta nos interpela e impulsa a reflexionar en la búsqueda del Ser de la realidad.

De esa cuenta, ambas, poesí­a y filosofí­a se convierten en ví­as de comprensión de la realidad a través de la aprehensión del Ser. Y ambas se expresan por medio de la palabra, la cual cumple una función no solamente de realización de nuestro ser social, sino también de acercamiento al Ser. En ese acercamiento, se nos revelan cuestiones fundamentales y perentorias para nuestra existencia.

Al revelársenos el Ser, nos percatamos de cuestiones apremiantes para la comprensión de nosotros mismos. Cuestiones que formulamos en preguntas urgentes sobre el sentido de nuestra existencia, la muerte, la finitud, la soledad, la incomunicación con los otros, el amor, etc.

Articulándose en un incesante juego dialéctico, poesí­a y filosofí­a nos dan una imagen estética del mundo y de nuestra realidad interior. Ambas expresan una verdad ineludible del Ser. Por eso ambas son válidas en esa búsqueda imperiosa de sentido que todos los seres humanos auténticos sentimos en un momento determinado.

También la religión pretende ser un acercamiento al Ser, al que denomina Dios. Pero la religión agrega otras categorí­as conceptuales no fáciles de discernir y menos de aceptar sin toda la parafernalia que la tradición le ha agregado. Por eso para muchos la religión no representa una ví­a propicia para ir en búsqueda del sentido de la realidad. Por eso preferimos el camino de la filosofí­a, más tortuoso y menos cómodo, pero al fin más seguro. Lo mismo se puede afirmar del camino de la poesí­a, en particular, y del arte, en general. Estos tampoco ofrecen ser una ví­a fácil, aunque sí­ más confiable y libre.

A lo dicho hasta ahora, habrí­a que agregar otros rasgos que poseen la poesí­a y la filosofí­a, rasgos que las convierten en posibilidades de búsqueda más cerca de lo humano. Uno de ellos es la creatividad. Tanto poesí­a como filosofí­a exigen de nosotros una alta dosis de creatividad para recrear una realidad muchas veces oculta por el velo de la ignorancia o la superstición. La creatividad nos presenta una gama de posibilidades de interpretación y acercamiento al Ser. Lo que nuevamente viene a otorgarle un trasfondo estético a esa realidad que observamos y que sirve de escenario al transcurrir de nuestra existencia.

El otro rasgo es la libertad. En el espacio de creación artí­stica o filosófica, nuestra libertad se hace palpable, se nos revela como un dato incuestionable de que estamos creando algo que nos conduce al final de la búsqueda que hemos iniciado estimulados por la necesidad de encontrar un sentido a la vida, a la realidad. Aunque, a decir verdad, esa búsqueda nunca termina, nunca llegamos al final, pues éste sólo lo alcanzamos en la propia muerte, a la que no debemos enfrentar con temor o desesperación, pues sólo ella nos otorga, paradójicamente, el sentido último de la realidad.

Quizá haya sido en este sentido en el que Heidegger expresaba la relación entre lenguaje y Ser, con su ya famosa frase. Lo que nos queda de ella es la revelación de que el Ser no es algo alejado totalmente de nosotros, sino una realidad palpable e inmediata, pero que no percibimos fácilmente, pues hemos perdido la capacidad de ver en lo cercano el sentido de la realidad. De ahí­ la necesidad de acercarnos al lenguaje de la poesí­a y la filosofí­a como posibilidades reales de aprehensión del Ser. El recorrido de ambas, tiene la doble ventaja de revelarnos, por un lado, verdades profundas y, por el otro, de concedernos una visión estética del mundo. Si el arte lo entendemos como una dimensión lúdica del mundo, tendremos entonces, gracias a la poesí­a, una imagen menos seria y más vital de la realidad.