Poesí­a de barro, de Roberto Obregón


Cultural8_7

La Editorial Universitaria publicó este año “Poesí­a de barro” del desaparecido poeta Roberto Obregón (1940-1970). Este poemario, llamado también “El libro de las interrogaciones”, coincide plenamente con el perí­odo en que Obregón residió en la Unión Soviética, para estudiar un doctorado en Filosofí­a, del cual se graduó en 1967.

POR MARIO CORDERO íVILA

En primer lugar, llama la atención de la presencia de una Olga en el poemario, y que sirve de inspiración para logrados poemas. Por ejemplo: “Escucha el aroma del jazmí­n, Olga. / Qué se me hace / que la tierra está pensando en ti.” (p. 33) En éste, es notable la conjugación de las diferentes sensorialidades, es decir, el hecho de que el poeta pide escuchar el olor.

Sin embargo, lo que empieza a ser más común en la obra de Obregón es que sus imágenes siempre tienden a resaltar valores de la tierra, como un elemento que lo vincula a los estratos bajos de las personas. Y es que este poeta no se distinguió por la poesí­a amorosa, sino más bien por su sensibilidad social. A pesar de estar lejos, su gente siempre estuvo presente: “¿Cómo quieres, Olga, / dime, / cómo haré para dormirme / si siempre habla de mi patria?” (p. 22)

La gente, la tierra y la preferencia por el desposeí­do es la fuente de donde emana la poesí­a de Obregón, tal como él lo refiere en este poema: “Qué certeza / la de la raí­z del sauce / para llegar, a oscuras, / al nacimiento de agua. / (…) / ¿Qué hay de extraño, / dí­ganme, / en afilar / mi verso entre la gente / con la que se han cebado / los más voraces mercaderes?” (p. 26)

Además, es notoria la influencia filosófica que, por ser ése el centro de su doctorado, irrumpe en su poesí­a. Por ejemplo, la visión platónica de la belleza, que consideraba que ésta era nada más que noticias que provení­an de un mundo mejor. En el siguiente poema, intuye que de otro lado proviene otro mundo que lo llama y llama a sus versos, pero para él este mundo es desconocido, ya que no le interesa, sobre todo porque primero está su gente: “Me parece que ese silencio / que sopla de mar adentro, / no es más / que un continente cambiando de costado, / insomne, ansioso de emerger / para decirnos la verdad de lo existente. / Es una tristeza, amigo mí­o, / de a mil años. Dormita / en no sé qué oquedades de mi corazón, / y de tiempo en tiempo / me hace salir al camino / en los dí­as lluviosos a esperar lo inesperado, / a tantear / que alguien a quien no conozco aparezca, / a ver pasar los años, / no sé. ¡Y tampoco quiero saberlo!” (p. 25)

Por último, Obregón también intuye su destino. En 1970, tras una invitación de un grupo poético en El Salvador, a su regreso, fue interceptado por las fuerzas estatales, y desde entonces no se supo nada de él. Es uno más de los miles de desaparecidos que forzadamente se vieron lejos de sus familias sin siquiera darles la posibilidad de los ritos fúnebres.

“Yo me ausentaré / por un minuto, una hora… años, / y volveré tan luego. / Seguiremos hablando. / La soledad del hombre / cantaremos, / tu soledad”, nos dice el poeta en “Poesí­a de barro”.

Ficha técnica: Obregón, Roberto. “Poesí­a de barro”. Guatemala: Universitaria, 2011. 58 páginas.