¿Podrí­a ser el 2010 el año del compromiso?


Estoy convencido que Guatemala va por rumbo equivocado y que desafortunadamente la responsabilidad que generalmente achacamos a los polí­ticos y autoridades, es más de nosotros los ciudadanos por nuestra falta de compromiso y participación. Creo que la fragilidad del Estado no es casual, sino que ha sido resultado de una bien planificada estrategia a partir de la prédica de teorí­as que vituperan lo público a favor de lo privado, y que conviene tanto a particulares que sacan raja de la falta de presencia estatal en el control de cualquier actividad, como de los polí­ticos que pueden meter la mano donde quieren porque tampoco para ellos hay controles.

Oscar Clemente Marroquí­n

Y los ciudadanos nos hemos conformado con ver la situación y quejarnos de lo que ocurre, de la falta de justicia, del exceso de impunidad y de las precarias condiciones que en enormes segmentos de la sociedad impone esa realidad de un Estado tan frágil que no es capaz siquiera de administrar justicia y aplicar la ley a todos los habitantes de la República, pero nada hacemos para que la situación cambie. Como ocurre con toda crisis, las cosas se van agravando y llegan momentos en la historia en que se tiene que mostrar un aire con remolino. En Guatemala nos hemos acomodado y acurrucado de tal manera que nuestra mejor esperanza es que el remezón de la violencia pase sin afectarnos, pero no presionamos ni exigimos con lo que se deja a las autoridades en cómoda posición para que sigan con sus peculiares intereses que nada tienen que ver con el cumplimiento del principal deber del Estado, es decir, proteger la vida de los habitantes de la República. Creo, sin embargo, que empiezan a darse condiciones polí­ticas y sociales que permitirán el resurgir de un sentimiento de responsabilidad de la población para encarar sus retos. Desafortunadamente veo también un riesgo, porque ya en los dí­as siguientes a la llamada crisis de mayo se planteó la cuestión de una profunda diferencia de clases y se trató de confrontar a los sectores sociales. Y entendiendo que uno de los motores de esta nueva dinámica social será la candidatura cantada de la esposa del presidente, uno puede estar seguro de que el patrón volverá a ser el mismo y que se han de definir campos por cuestiones socioeconómicas más que por criterios polí­ticos. En otras palabras, la participación que atisbo tiene enormes riesgos porque puede terminar confrontando seriamente a la sociedad guatemalteca que ya ha tenido demasiado de eso y que puede volver a embarcarse en una situación tan improductiva como la guerra que sufrimos durante años. Los guatemaltecos tenemos que sacudirnos de nuestra indiferencia y comprometernos a participar decididamente en la construcción de un sistema diferente, en el que se valore ante todo la vida humana, la seguridad y la justicia para todos, en el sentido más amplio del término, lo que incluye no sólo aplicación correcta de la ley, sino también el entendido de que es necesario privilegiar la justicia social como elemento esencial para construir la verdadera paz que no hemos alcanzado a pesar de las buenas intenciones de los acuerdos. En el último dí­a del año se vale ser optimista y por eso pienso que, a lo mejor, éste que viene sea el año del compromiso de participación decidida de los ciudadanos guatemaltecos.