De acuerdo con la relectura de esa columna y observaciones de un politólogo que tampoco desea ser identificado, el índice de indecisos es del 16.9 %, y no del 25 %, porque este porcentaje correspondería al total de empadronados, que es de 7.1 millones de guatemaltecos, cuando a lo que se debe hacer referencia es a la asistencia esperada en las urnas, que se pronostica en un 60%, equivalente a 4.242,600, pero lo votos válidos sumarían 3.8 millones, al sustraer los nulos y en blanco.
En el cuadro de situación a la fecha de recopilación de la información de datos estadísticos preelectorales, ciertamente se pueden hacer proyecciones; pero no garantizan, de ninguna manera, que el resultado de las elecciones del 11 de septiembre próximo vaya a ser el reflejo exacto de los estudios de campo mencionados, toda vez que las encuestas son radiografías del momento, en vista de que durante una campaña electoral se registran cambios cada 24 horas.
En tal sentido, se puede elucubrar que si no hay imponderables y si se mantienen los grados de aceptación o rechazo de cada uno de los candidatos presidenciales, uno de ellos (Pérez Molina, en el caso mencionado) podría ser el vencedor; pero no es legítimo asegurarlo enfáticamente.
Al contrario de lo que opinaba en el artículo anterior, al hacer un ejercicio hipotético y redistribuir el voto neto, si doña Sandra y el doctor Caballeros no participan, ya sea ambos o uno de los dos, se incrementaría el voto indeciso, aunque también aumentarían los votos a favor de Pérez Molina.
Se debe insistir que el voto neto se establece restando los votos nulos y en blanco. Por lo consiguiente, aunque según las investigaciones de campo se tratarían de una contienda de dos variables, entre Pérez Molina y la señora Torres, si es que es inscrita, no están definidas las dos primeras posiciones ni se puede afirmar categóricamente que no ocurra una segunda vuelta. Es más, durante las semanas que restan para las elecciones, podría fortalecerse una tercera opción que disputaría la competencia final.
Por aparte, se percibe, al menos entre mis amigos, vecinos y otras personas con quienes mantengo relaciones de diferente índole, que va ganando adeptos el voto nulo, porque ninguno de los candidatos presidenciales llena sus expectativas, sobre todo porque, con la excepción de la doctora Rigoberta Menchú y cuyas intenciones de voto son muy débiles, todos los aspirantes representan a la derecha reaccionaria, que ha permanecido en el poder durante décadas.
(El analista Romualdo Tishudo le pregunta a un diputado aficionado a las copas y que desea reelegirse -¿Desde cuando no tomás? –¡Desde hace 40 metros!).