Cuando al presidente Otto Pérez se le cuestionó que por qué solo durante el año que recién finalizó el Ejecutivo que él y la Vicepresidenta dirigen, había autorizado contratos “por excepción”, es decir, sin cotización y menos aun, sin licitación, por más de Q1,200 MILLONES, dijo con una leve sonrisa que “todo estaba dentro de la legalidad”.
Sí su excelencia, en Guatemala y en su gobierno, muchas cosas pueden estar dentro de la legalidad, pero son deshonestas, por ejemplo, es legal que a los diputados se les pague a partir de este año, con artimañas generosas, cerca de Q60,000 al mes, pero es DESHONESTO, máxime que la propia Constitución dice que todo trabajo debe ser remunerado, y estos, calificados con acierto por un analista (politólogo) de la USAC, como el “peor Congreso de la era democrática” (1986 a la fecha).
Las compras llamadas absurdamente por excepción y que se supone son para asuntos de particular importancia para el Estado han sido el sello clásico de este gobierno, no solo de los ministerios, sino de “empresas” como la de Puerto Quetzal, o el IGSS, cuyos “interventores” por razones que se rumoran, son más inamovibles que la señora Vicepresidenta, al igual que otros amigos de ambos dignatarios, o sus familiares.
Los contratos a dedo, son ni más ni menos, la posibilidad, abierta y perversa, de cobrar más mordidas de las ya “usuales” y queda en duda la honradez de quienes los realizan.
¿Qué es legal? Sí su excelencia, lo es. Pero es deshonesto, antiético, vergonzoso, sucio, que transpira un profundo olor a corrupción superior a las de los ya corruptos gobiernos anteriores. Fuera de que viniendo del poder superior del Estado que controla a los otros dos, es un ejemplo nauseabundo que por supuesto, es aliento y empuje para que otros lo hagan, máxime cuando no hay justificaciones valederas para ello.
Las compras o los servicios que se han llevado a cabo con estos miles de millones de quetzales no son absolutamente indispensables para el Estado, no se justifica su urgencia, excepto por la urgente necesidad que tienen los funcionarios en acrecentar su patrimonio a base de dinero espurio, de robos “legales” que ya los han convertido en millonarios dignos de competir con cualquier empresario de renombre en el país, muchos de ellos son parte de estos “contratos”, en donde siempre existen, al menos, un dueto de pícaros que viven a base de comisiones, sobreprecios y otras cosas más, incluyendo lavado de dinero para narcos.
Cuando existen contratos que llenan todos los requisitos de ley, su licitación pública, la participación de oferentes, entonces, la corrupción puede estar en las juntas que los adjudican. Es decir, de una u otra manera, hay deshonestidad, con la diferencia de que los que son por excepción, el pago indebido e ilegal que se da bajo la mesa es más rápido y más alto, en tanto el otro, es más lento y menor el porcentaje.
Insisto, su excelencia, su concepto de legalidad es muy adecuado… para algunas cosas; sin embargo para otras pareciera que no las toma en cuenta y que solamente la presión nacional e internacional las logra frenar como el caso de compras en el exterior y servicios de empresas extranjeras. Yo comprendo que es legal que aumente el precio de la gasolina, del gas propano, de los combustibles, de los colegios, de los útiles escolares, del transporte, de la telefonía, de las medicinas, al fin y al cabo son artículos de lujo y se deben pagar facturas de campaña. Pero, sigue la pregunta: ¿será eso honesto?
La vida personal de los dos jefes del Ejecutivo y sus respectivas familias no me interesa, ni me importa, pero las cuestiones que afectan al Estado y al dinero que aportamos todos los guatemaltecos, me disgusta, máxime que cada vez más funcionarios se lo estén robando, con claros indicios de que este año, el índice de corrupción aumentará más, por lo que me es imposible desearle a cualquiera feliz año, menos aún a quienes si lo tendrán gracias a los negocios sucios que realizan.
Y para que momentáneamente trate de olvidarme de este nuevo y nada promisorio año, me refugiaré unos días, no sé cuántos, en la tierra que no conozco; la Antigua y con antigüeños que aparecieron como zompopos de mayo para ser amos y señores de esa tierra del olvido.