Pocos cambios con Ortega


Situación. Un estudiante de Managua lleva su pupitre a la escuela. La educación no ha presentado cambios en Nicaragua.

«Para mí­ la situación está peor, porque ahora tenemos más problemas para conseguir dinero para comprar la comida», asegura Darling Lacayo, una madre soltera que se gana la vida lavando y planchando ropa ajena para dar de comer a sus siete hijos una o dos veces al dí­a.


Darling dice que siempre ha vivido en la extrema pobreza, pero que tení­a la esperanza de mejorar con el nuevo gobierno sandinista de Daniel Ortega, quien durante su campaña electoral prometió trabajo y mejorar la situación de cerca del 80% de la población nicaragí¼ense.

Pero «en vez de mejorar, la situación está empeorando, porque (el gobierno) está corriendo a la gente» de sus trabajos, comentó la mujer, en alusión a los miles de trabajadores que han sido despedidos por el nuevo gobierno.

Darling vive con su familia en una deteriorada casita de madera, con piso de tierra, al oeste de la capital, que comparte con su madre de 75 años, su hermana Jaqueline, de 22 años, el marido de ésta y los cuatro hijos de la pareja.

Las tres mujeres salen a ofrecer sus servicios de lavado y planchado a casas acomodadas de la capital, mientras el hombre busca trabajitos para recaudar, cuando les va bien, 3,8 dólares al dí­a para comprar un poco de arroz, frijoles, café y avena para los 15 miembros de esta familia.

Cristofer, de nueve años, dice que la última vez que tomó leche fue «hace una semana», mientras se encarga de preparar el café del desayuno en un destartalado fogón de leña situado en el patio.

La siguiente comida sólo será en la tarde, una o dos horas antes de anochecer para que los niños no se vayan a dormir con el estómago vací­o.

Por no tener, no tienen siquiera agua después de que la empresa de Aguas les cortó el servicio por falta de pago.

«Hoy no fui a clases porque no me pude bañar», cuenta Hansel, de 7 años, que cursa el primer grado en un colegio público.

Sus otros hermanos revolotean descalzos y sucios en el patio, mientras su madre carga en brazos al más pequeño de seis meses que cubre con un trapo viejo como pañal.

Darling duerme con sus hijos en un camastro con los resortes del somier al aire, que cubre con cartones para simular un colchón.

Dentro de la casita, cuyo piso de tierra se anega en la época de lluvias, el único interrogante de esta numerosa familia sobre el mañana es qué comerán.

Darling dice que su único sueño es tener dinero algún dí­a para hacerle «una buena comida a sus hijos, un arroz a la valenciana», por ejemplo, y comprar un pastel y gaseosa para el cumpleaños de los niños, que no saben a qué sabe una pizza, una gaseosa o una hamburguesa.

La familia de Darling eran campesinos del norteño departamento de Matagalpa que en los años 80 emigraron a Managua huyendo de la guerra durante la revolución sandinista, que encabezó el actual presidente Ortega, tras perder sus cosechas.