«Pobrecitos cocodrilos»


En un reciente artí­culo el diputado unionista Mariano Rayo, en una columna de Opinión publicada en este medio, pregunta «Â¿Estamos listos? e indica que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha advertido sobre el incremento de los valores globales de los alimentos en el mes de diciembre de 2010 a un máximo histórico en el índice de Precios.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

La información y el planteamiento no es nuevo, el trigo, la soya, el centeno, el arroz, el azúcar, harina, aceites, café y las grasas aumentan constantemente, llegando a incrementos que duplican y triplican su precio en el mercado internacional y nacional.

Los combustibles no tienen perspectiva de bajar, el barril casi raya en US$ 100.00, esto conlleva el aumento en luz y transporte. Cómo puede ser que un dirigente empresarial no reconozca que todo eso se traduce en alza de costos de vida.

En un mercado como el guatemalteco, donde no existe control de precios, el productor, sea pequeño, mediano o gran empresario, sube los precios de oferta de los productos importados y nacionales sin pedir permiso y el consumidor  los compra o tiene que vivir sin ellos, eso nadie mejor que el llamado Comisionado para la Competitividad debe de saberlo, si no lo sabe debe de aprenderlo, además si es funcionario sus criterios no los debe de hacer como censura o crí­tica a una decisión económico social que el Presidente de la República, en cumplimiento de la Constitución y de las leyes, tome.

Pretender decir, como lo han dicho varios dirigentes, que el salario mí­nimo debe de incrementarse de forma técnica es una falacia, acaso no debe incrementarse el salario mí­nimo para poder comprar la canasta básica alimenticia que requieren las familias, acaso se pretende incrementar la pobreza y la extrema pobreza para que así­ un reducido grupo de maquiladores, la mayorí­a de ellos de origen asiático, expriman a la mayorí­a de guatemaltecos y así­ sean más lucrativos, más rentables en su operación. Acaso no se aprovechan de las ventajas económicas, sociales y laborales para producir y exportar la maquila que genera la mano de obra guatemalteca lo que no podrí­an hacer en sus propios paí­ses de origen.

La polí­tica económica y social debe ser de ambas ví­as y el salario mí­nimo es el costo de ser empresario y tener empleados. Un salario mí­nimo adecuado es el que le permite sobrevivir al trabajador y a su familia.

El Presidente de la República, el Ministro de Trabajo y todo el Gobierno deben de analizar cuál ha sido la inflación del año anterior, cuál puede ser la inflación del siguiente año y cómo puede lograrse que la mayorí­a de los guatemaltecos no se mueran de hambre. Por supuesto que debe tratarse de estimular la conservación de los puestos de trabajo, el aumento de oportunidades para la población, pero no debe hacerse a costa del hambre y de la miseria de los que ya están trabajando.

Qué bueno serí­a que la cúpula económica se comprometiera públicamente a crear cien mil, doscientas mil o más plazas de trabajo todos los años y que pusiera las condiciones para hacerlo, no seguir con los cantos de sirena que no se debe aumentar el salario mí­nimo, que hacerlo disminuye las plazas de trabajo y que va a implicar el cierre de empresas.

En cuanto a los funcionarios públicos, sea comisionado presidencial o conserje, si no está de acuerdo con las polí­ticas que toma el Presidente de la República, váyase a su casa, dedí­quese a hacer pan o búsquese la vida siendo competitivo, productivo y eficiente. Justicia social es dar al prójimo lo mismo que uno desea tener.

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