No se ha disipado aún la airada respuesta que los magistrados de la Corte Suprema de Justicia dieron al comisionado Carlos Castresana repudiando las críticas formuladas a la forma en que administran la justicia en Guatemala y los mismos togados se encargan de demostrar sin lugar a ninguna duda lo certero del cuestionamiento que se les hizo. En efecto, enfrascados ya en la que se ha vuelto pelea anual por la sucesión en la Presidencia de la Corte Suprema de Justicia, los magistrados miden fuerzas entrampando el antejuicio contra Eduardo Meyer y otros diputados.
Es una vergí¼enza tremenda ver que nuestros más altos jueces se comportan como niños a la hora de tener que cumplir sus obligaciones. No bastó el escándalo protagonizado por Rodolfo de León Molina porque ahora los bandos (que no debieran existir como tales) miden fuerzas usando para el efecto el escandaloso caso del diputado Meyer que debiera ya estar sometido al antejuicio, lo mismo que su colega Rubén Darío Morales, ciudadanos que no pueden seguir evadiendo la acción de la justicia simplemente porque los miembros de la Corte Suprema de Justicia están enfrascados en un pleito particular.
Si eso hacen los más altos jueces de la República, no se puede esperar otra cosa de los otros juzgadores que en tribunales de instancias inferiores hacen micos y pericos con la justicia, tal y como quedó en evidencia con las críticas que hizo el titular de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala. Tras esas críticas, en vez de responder con palabras, los magistrados debieron asumir posturas coherentes de pronta y eficaz administración de la justicia, pero en vez de ello lo que afloran son sus diferencias personales que durante todo este período han generado problemas que van más allá de la imagen.
Da pena ver que el pleito por ocupar la Presidencia de la Corte se traduzca en obstáculos para administrar correctamente la justicia en el país y que todos tengamos que pagar las consecuencias. Supuestamente la salida de De León Molina dio lugar a un nuevo equilibrio en el Organismo Judicial, pero sabe Dios cuáles son los intereses que están en juego y que hacen que las dificultades no sólo se mantengan sino que se incrementen.
Por amor a la Patria los magistrados tienen que deponer esas obtusas y férreas posiciones para buscar los acuerdos que les permitan cumplir con su deber. Y si algo urge es que el pleno de la corte, con los suplentes que haga falta, dé trámite de inmediato a los antejuicios en los que los pesquisidores ya recomendaron el cese de la inmunidad y que se declare que procede la formación de causa contra quienes mal administraron el dinero del Congreso.