Pluralicemos los buenos propósitos


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Yo no sé porque le llaman a estos días una época de amor y paz, y no, no soy el clon de Ebenezer Scrooge, ni me parezco en nada al Grinch, de hecho disfruto de adornar, cocinar y cantar los villancicos que mi abuelita me enseñó. Lo cual no implica que me ciegue y por estar en sintonía navideña obvié que es justo en esta época cuando aflora el peor humor de la gente, –y digamos que lo entiendo–: el tráfico, las colas, los precios inflados. Pero de eso a andar por ahí sacando la cabeza de los autos para insultar hasta el que vende chicles, como si él fuera el culpable de que el semáforo no se convierta en ecológico.

Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@gmail.com


De eso a maltratar al que vende cuetes porque no le rebaja el precio,–y digo yo– ¿por qué a él, por qué no a los de Wallmart?, de eso a prenderse de la bocina, colarse en el banco, empujarte para pasar primero en las gradas eléctricas y más, conservando esa tradición de Semana Santa, darle todo el volumen a las bocinas de los comercios mientras música que personalmente no me gusta, pero que a otros sí, retumba hasta sentir que los tímpanos van a destrozarse como una imagen de caricatura.

¿Cuál paz entonces?, ¿cuál amor?, cuando el significado que la mayoría le da a estos días es el comercial. Comprar, comprar, comprar, vender, vender, vender. ¿Y el espíritu de compartir?

Amo estas fechas porque para mí están cargadas de lindos recuerdos, en donde estar junto a las personas amadas era lo más preciado, días en los que junto a mis primos nos llenábamos de harina mientras mi abuelita preparaba nuégados y galletas, días de cantar, bailar y abrazarnos. Así los recuerdos, así los siento aún, al menos cuando no salgo a la calle y así quiero que mi hija los viva.

Los años me han enseñado que no se es más feliz con más regalos, convivios y dados los tiempos más fotos en Facebook, que me hagan sentir cool. De verdad sólo quisiera unos días relajados, en los que no tuviera que oír lamentaciones por cosas sin importancia o con solución, momentos en los que se pudiera pensar en todas esas personas que no van a mejorar su vida con un juguete usado, instantes en los que pudiéramos dejar del lado el YO y el PARA MÍ y pluralizáramos nuestros propósitos, porque siendo realista, no podemos esperar a que este Gobierno  ni ninguno cambie las cosas, tenemos que hacerlo nosotros y ya.